Tenemos un potencial humano infinito, malgestionado para servir a intereses muy particulares, esos que nos enredan y estrangulan cada día en la compleja madeja de sus juegos de poder. Son intereses estos a los que debemos además servir, aunque carezcan de principios, no vaya a ser que retrocedamos, claro. La posición de ciudadano ejemplar es no discutir demasiado y servir positivamente a lo que hay, arrastrados por un cínico y creciente condicionamiento social que alienta el miedo y difunde basura a raudales. El mundo gobernado por “los malos”, como he oído decir a Arguiñano, desperdicia sus bienes (comida, recursos materiales, etc...) y su talento, un talento que desde edad muy temprana es reconducido hacia los intereses dominantes por un Programa Educativo que se disputan los gobiernos, como si el niño fuera una herramienta del sistema. Cada día más frío, más mecánico, más inhumano.