¿En qué país vivimos? Nos quejamos de la intransigencia de los islamistas extremistas, y no tanto, que son capaces de condenar a cualquiera que ose mofarse de Alá o de Mahoma. Los consideramos atrasados y radicales y no entendemos su empecinamiento en defender sus ideas religiosas hasta límites paroxísticos. Nos escandalizamos cuando comprobamos que Salman Rushdie, el autor de Los versos satánicos, esté todavía condenado a muerte por el régimen iraní, casi treinta años después de su publicación. Todo eso por no mentar, la aberración que supuso la matanza contra la revista satírica francesa Le Canard Enchaine, tras publicar unas tiras con Mahoma como protagonista. Todo eso nos parece escandaloso y, sin embargo, no decimos nada del juicio que se ha celebrado en Madrid contra El Gran Wyoming y su compañero Dani Mateo, presentadores del programa de laSexta, El Intermedio. La razón de que uno y otro se tuvieran que sentar en el banquillo de los acusados es una frase del segundo en la que dijo que “Franco quiso que la cruz del Valle de los Caídos fuera la más grande del mundo para que se pudiera ver de lejos... Porque a quién le interesa ver esa mierda de cerca”. Los dos presentadores están acusados de un delito contra el sentimiento religioso. Es la misma paja en el ojo que nos escandaliza de los islamistas radicales. Y no vemos las vigas que tenemos en los nuestros.
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