Pasan los días, los meses y los años y llegando la presente primavera, me recuerda otra, la del año 37, que jamás se olvida, cuando mi madre me abrazaba y no me soltaba, hasta llegar a las primeras escaleras del barco donde los ertzainas (que ya había con el Gobierno vasco de entonces) nos separaban, en una labor ingrata que hoy agradecemos. También damos las gracias a los ingleses que fueron buenos con nosotros, nos dieron cariño y amor, gracias por todo. Han pasado muchos años pero nuestra gratitud es infinita. Gracias.
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