Le profeso un profundo respeto a la familia Borbón, al igual que lo siento por mis vecinos, la familia Pérez. Papá Pérez trabaja como vigilante jurado, un puesto que consiguió tras un duro proceso de selección y con el que a duras penas puede llegar a fin de mes, pues la hipoteca se lleva casi todo su exiguo sueldo. La mujer de Pérez, con tres hijos que tiene, se pasa dieciocho horas al día dedicada a sus deberes como madre y a las tareas domésticas. Los hijos de Pérez y esposa se esfuerzan cuanto pueden en el colegio y confían en que en cuando llegue el momento, sus padres puedan sufragarles una carrera, ya que les gusta estudiar y han demostrado que valen para ello.

Papá Borbón no obtuvo su trabajo por oposición, venía incluido en su apellido; tampoco paga una letra por la casa que habita y en la que cabrían doscientas familias como la de los Pérez. La mujer de Borbón dispone de toda una cohorte de servidores que realizan por ella las faenas del hogar. Los hijos de Borbón han podido estudiar todo lo que han querido sin preocuparse por los gastos que ello implicaba y han acumulado carreras al mismo ritmo que los Pérez deudas.

A Papá Pérez le pueden echar del trabajo cualquier día; el de Papá Borbón es vitalicio. Una vez entraron a robar en casa de los Pérez que nunca pudieron comprarse una alarma; la de los Borbón está vigilada día y noche. Los Pérez, si cometen cualquier infracción, serán sancionados según la Ley; los Borbón poseen inmunidad. Hay gente que habla mal de los Pérez; la crítica a los Borbón es tema tabú. Los Pérez nunca tendrán yate, ni residencia veraniega de lujo; a los Pérez jamás les pagarán los viajes, ni Papá Pérez volará en avión privado con cargo al presupuesto público para cazar osos en Rusia, ni falta que le hace, pues no es partidario de tan regia diversión, e igual que no disfruta contemplando la agonía de un toro, como Papá Borbón, tampoco lo hace matando animales. Bastante tiene con su sufrimiento como para sentir placer con el de otro.

Pero tal vez, sólo tal vez, llegará un día en el que los Borbón dejen de vivir a costa de los Pérez. Y para que eso ocurra, es fundamental que todos los Pérez del país asuman su condición de lacayos de obligado mecenazgo a los Borbón.