No soy de la legión de ojipláticos cuando hace una semana trascendió que el PP había testado en el mercado de materias primas a cómo el voto de Junts para la investidura nonata de Alberto Núñez-Feijóo. Como preguntar no es ofender y, al fin y al cabo, Moncloa bien valía una misa, lo que habría parecido raro es que no hubiese tocado a esa puerta. A esa, también.

Sí -me comentan-, pero no es de creer que se haya pasado el último año poniendo a bajar de un burro a los acólitos de Puigdemont para acabar patinando en su puerta, con la costalada causada por el resbalón marcada en su espalda y solo su espalda. Porque esto se la deja especialmente sensible y en manos de quienes se suponen dispuestos a cubrírsela -sus barones y su ejecutiva- pero también a recetarle para el dolor una balsámica puñalada que lo arrincone del todo. La política tiene estas cosas: Feijóo ha resultado ser el ganador más débil de unas elecciones, cuyo éxito o fracaso no se mide en votos sino en capacidad de gobernar. Y él no la tenía, así que estaba dispuesto a pactar con un diablo al que su partido lleva años lustrándole los cuernos.

Ya -me dicen-, pero lo sorprendente es que lo píe ahora, en plena campaña electoral gallega, poniendo en peligro la mayoría absoluta de su sucesor. Pero yo, nada; inasequible al desaliento. Porque me parece que no hay mejor momento para contarlo. En plena campaña, sus compañeros de partido no le van a pasar facturas y se guardarán los reproches para después del veredicto de las urnas. Además, puesto que no parece haber duda de que el contacto con Junts existió, el líder del PP estaba en manos de la reventa, dejando en manos de sus interlocutores la elección del momento en el que contarlo.

Y diré más: si con este chaparrón sobre su cabeza, su candidato a presidir la Xunta salva los muebles, Núñez-Feijóo habrá amortizado su desliz no solo ante la opinión pública sino, sobre todo, ante quienes publican opinión en la villa y corte, donde no deja de ser un advenedizo. No creo que se le haya ido la pinza; de hecho, la jugada puede parecer desesperada pero tenía poca alternativa.