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Navidades opíparas e hipócritas

Una Navidad sin freno: excesos, abrazos y permiso social para comer (y beber) sin culpa hasta Reyes

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EL espíritu de la Navidad, el otro, está en el fondo de la nevera y en la estantería de las tentaciones. Tú que eres un disfrutón con poca fuerza de voluntad, ya sabes de lo que hablo. Cada casa tiene su rincón oculto para los caprichos: dulces, salados o de alta graduación. Los nutricionistas se tiran de los pelos pero se frotan las manos, parece contradictorio pero no lo es. Los excesos de hoy serán exigentes retos en báscula más adelante.

En estas fechas todos bajamos la guardia del control dietético, quien lo lleve, que esa es otra. Aplazada queda, por decisión unilateral y hasta el 7 de enero, la ingesta de productos bajos en calorías, licuados verdes o esa fantasía que son los preparados a base de quinoa, chía o brócoli.

Comer sin culpa es un derecho constitucional en Navidad. Hay vía libre para las pantagruélicas celebraciones familiares, las cuchipandas de empresa y los reencuentros con colegas. En estos días de jamadas por doquier nos saltamos las rutinas dietéticas y de alguna manera también nuestra compostura emocional, normalmente contenida. Lo que se estila es destensarse para compartir alegremente viandas y achuchones con más facilidad que de costumbre.

La gota que colma

Celebrar sin despilfarrar

Desperdicio alimentario. Las cifras cantan. Uno de cada diez kilos de comida acabará estos días en la basura. Llenamos en exceso la cesta, no vaya a ser que alguien se quede con hambre en nuestra mesa. Además, tampoco es nuestro estilo comprar a la pieza en Navidad, salvo que ésta sea un chuletón de kilo, un besugo XXL o un imponente rodaballo con el que nos haremos el selfi de rigor para sembrar la envidia. Como repiten nuestras instituciones “somos líderes en gastronomía, podemos serlo también a la hora de evitar el desperdicio alimentario”. No tires comida, hay un mundo de oportunidades en la llamada cocina de aprovechamiento.

No se escatiman efusivos apretones de manos, palmaditas en la espalda y abrazos prolongados hasta con aquellos que han sido amigos invisibles durante el año pero que no fallan a la exaltación de la amistad cuando la convocatoria anuncia festín de líquidos y sólidos. Ya sea por inercia, postureo o compromiso casi todos nos sentimos un poco cómplices de estos derroches de hipocresía propios de la Navidad.

Por muy Grinch que te sientas, ser un declarado hater no impedirá que sientas un pelín de presión social y acabes dejándote llevar. Estás disculpado, ya sea por inercia o por el deseo de no defraudar, disfruta estos días con la sonrisa de un niño. Ah, y no les llames ilusos porque tengan una ilusión.