El relato de la izquierda independentista sobre la Ertzaintza adolece del complejo de su propia historia. La tradición de ver a la policía vasca como obstáculo es herencia de su señalamiento: los ‘zipaios’ eran su enemigo. El aterrizaje a las reglas democráticas obligó a sustituir la pintada por retórica: cambiar el modelo policial empieza por negar su condición democrática. En ese relato, el placebo ahora es Arkaute: las policías locales se contaminan ahí. Y una generación que desconoce lo que es carecer de libertades consume esa pilula adulterada, que rula porque trafican con ella envuelta en libertad de expresión.
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