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Pantalla plana

Carlos Marcos

Sin conexión

"Mientras los concursantes se comportan como presentadores, Lara Álvarez se comporta como una concursante nerviosa"

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Siempre me han inquietado esos concursos en los que los participantes están más tranquilos y dicharacheros que el presentador. Es como el mundo al revés, donde los tipos que se juegan la pasta, el hacer el ridículo delante de miles de personas, pero sobre todo de sus conocidos, y que supuestamente no están habituados a ponerse delante de una cámara intentan tener más planos, más frases y ser más ingeniosos que el presentador del asunto y acaban resultando insoportables. Suele ocurrir en concursos de prime time, pero no solo en ellos, porque los responsables del casting (la suerte hace décadas que no decide quién concursa en la tele) decidieron un día que todos los concursantes tienen que parecer extras de La que se avecina, por lo que sea.

El último ejemplo es La conexión, el nuevo concurso de TVE, donde mientras los concursantes se comportan como presentadores que van de sobrados por la vida (y no necesariamente por sus conocimientos), la presentadora, Lara Álvarez, va a remolque y se comporta como una concursante nerviosa, insegura y encorsetada.

Pero claro, es difícil seguir el ritmo a una señora que colecciona cráneos de animales en su casa y a otra que cuelga la ropa por colores con pinzas a juego.

Al verlo el día de su estreno, se entiende por qué TVE ha esperado al verano para emitirlo y por qué ha decidido despacharlo sacando los programas de dos en dos, como si fuera una oferta de supermercado, aunque si ya el primer programa se hace largo su dupla lo convierte en infinito, y eso que el planteamiento no es desconocido para nadie: hay que formar palabras con letras que aparecen desordenadas como cada noche en Cifras y letras y adivinar conceptos a partir de distintas palabras encadenadas, como cada tarde en Reacción en cadena, que a punto está de desaparecer de Tele 5.

La conexión, en ese empeño, de coger siempre la peor opción posible, también se ha sumado a esa moda de llevar a un concursante de más para mandarlo a su puta casa antes de empezar el juego en sí. A cada programa acuden cinco tipos para cuatro atriles, de forma que a uno siempre le dan con la puerta en las narices. 

Y, por último, mención especial merece el sobrecargado decorado virtual que causa fatiga visual solo de verlo, para que luego digan de los Pokémon. El decorado simula ser una bóveda en ultracolor con colores tan intensos que parece que están concursando en unos dibujos animados. De momento, ni la presentadora ni el concurso consiguen conectar con el espectador. Igual, como programa de verano que es, visto con gafas de sol, la cosa resulta hasta aceptable sin que te de un telele. Será cuestión de probar.