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Las alpargatas son para el verano

Sacar las alpargatas azules, viejas, ajadas, con el esparto deshilachado por el talón, suele ser la señal de arranque del verano, mejor dicho, de mi verano. Los gipuzkoanos, en verano, vamos a la playa, y los bizkainos, como mi mujer, veranean. Y yo, por influencia marital, también veraneo, como bien saben, en Armintza, un pequeño puerto de Bizkaia perteneciente al municipio de Lemoiz que, por ahora, se libra del exceso de turistas que, en el mejor de los casos, saturan el parking, cada vez más escaso, a la hora del vermut. Aprovecho para aconsejarles el vermut del Rubio en el Bar Noray.

No creo que el Rubio note una notable mejoría económica en sus arcas por la llegada de los miles de seguidores de este juntaletras, agroinfluencer o, como me llaman algunos, agrotokapelotas, pero es que mi objetivo no es saturar el pueblo para acabar yendo al pueblo de al lado para tomar tranquilamente un refrigerio, sino descansar en compañía de la familia y de los amigos.

Alarmado estoy, por otra parte, con la compra de una maravillosa ciudad como Venecia por parte de la tercera persona más rica del mundo, Jeff Bezos, que, como si fuese un señor feudal, ha comprado la voluntad de las autoridades locales, que han puesto un inmejorable escenario para que esta riquísima pareja celebre su bodorrio. No llego a comprender semejante despropósito y carácter megalómano por su parte, pero más me irrita la actitud felpuda de su alcalde que, emulando a Rutte, secretario general de la OTAN, con Trump, ha permitido, aun con cambios de última hora, que su ciudad sea tomada por esta cuadrilla de milmillonarios.

La cuestión del turismo es harto compleja y tiene muchos ángulos a tener en cuenta. Yo, como usted, nos quejamos del exceso de turistas en nuestras capitales y en las localidades costeras, pero obviamos el hastío que provocamos nosotros mismos cuando visitamos otros países y/o ciudades turísticas, donde vamos, en fila, como borregos al matadero, a visitar los monumentos, museos o enclaves que todos los habitantes del mundo mundial quieren, queremos, ver y fotografiar.

Nosotros, según nosotros mismos, somos turistas respetuosos, responsables y sostenibles, mientras ellos, según nosotros, los que vienen a visitarnos, son unos verdaderos invasores irrespetuosos, irresponsables e insostenibles. Pues nada de eso: ni ellos son unos invasores ni nosotros somos unos ángeles celestiales que se mueven, única y exclusivamente, por intereses culturales.

El turismo hay que regularlo, controlarlo, democratizarlo, expandirlo hacia zonas, en principio, no tan turísticas, y especializarse en nichos de calidad. Y por ello, ahora que entramos en verano, estación del año festiva por antonomasia, no alcanzo a comprender que algunos regidores municipales midan el éxito y buena marcha de sus fiestas patronales en función del número de visitantes foráneos que las hayan visitado.

El objetivo de unas fiestas patronales, en opinión de este juntaletras, debiera ser satisfacer las ganas de juerga y pasárselo bien de su población habitual, impulsar la convivencia entre ellos en un ambiente de diversión que vaya más allá del día a día habitual. Y por ello, no alcanzo a comprender cuando algunos municipios diseñan sus fiestas como un evento turístico más, organizando un carrusel de actos y festivales para atraer gente de otras ciudades y países, logrando así que sus convecinos tengan la sensación de ser una franca minoría, incluso en las fiestas del pueblo.

Cuando el éxito de las fiestas, de los festivales, de los eventos deportivos, ferias gastronómicas, etc., se mide, únicamente, en cifras, con un contador en mano, en función de la evolución de visitantes del exterior, entonces, en ese momento, todo ha comenzado a fracasar. Has pretendido atender a los de fuera y has abandonado a los tuyos, a los de casa.

Mi amigo Joxemari, cascarrabias mayor del sanedrín, llegó incluso a proponer que, en fiestas patronales del pueblo, Legorreta, el ayuntamiento animase a los pocos visitantes despistados que nos vienen a que se fuesen, gustosamente, a las fiestas del pueblo de al lado, Beasain. Mucho más grande y con más gente.

Yo, por mi parte, no me complico y me visto las alpargatas. Hasta septiembre. Que tenga usted un buen y largo descanso.

Miembro del sindicato ENBA