Todas las distopías tienen un ingrediente premonitorio. También 1984. Con algunos años de retraso, la novela de George Orwell se va haciendo realidad. “La guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza”. Este lema, del partido único que domina Oceanía en dicho libro, resume su política de conquistar toda la superficie de la tierra y extinguir para siempre la posibilidad de libertad de pensamiento.

La guerra es la paz. El mundo ha acabado dividido en tres países. Oceanía, Eurasia y Estasia. El régimen totalitario de Oceanía, donde se desarrolla la novela, está en guerra con Eurasia y “siempre ha sido así”. Si al día siguiente, por los motivos geopolíticos que sea, la guerra ya no es con Eurasia, sino con Estasia, pues “también siempre ha sido así”. Las noticias cambian hasta en la hemeroteca. Y todo el mundo se lo cree a pies puntillas, porque lo contrario sería incurrir en delito de pensamiento.

La libertad es esclavitud. En la novela, el Partido fomenta una forma de libertad que, en realidad, es esclavitud pura y dura, en la que la gente carece de libertad de pensamiento o acción –básicamente porque apenas piensan, no se ha fomentado el pensamiento sino todo lo contrario– pero se les hace creer que están libres. Sólo se es libre siguiendo la línea del Partido.

La ignorancia es la fuerza. Esta parte del lema representa posiblemente la clave de bóveda de la ideología del Partido: sin ella, todo el sistema decae porque es la que hace factibles las dos partes anteriores del lema. Y lo inquietante es que aquí empieza a acertar en su predicción la novela de Orwell.

Prácticamente todas y todos hemos hecho en algún momento pruebas de cociente de intelectualidad en algún momento de nuestras vidas. Son diversos los estudios publicados que indican que tras una subida paulatina pero exponencial de tal cociente a lo largo del siglo pasado, las cifras indican una tendencia a la baja desde principios de este siglo y empiezan a caer en picado. Hay quien nos intenta tranquilizar sosteniendo que las pruebas de cociente intelectual incluyen pruebas de aritmética, vocabulario y razonamiento visual y que ahora el mundo digital es diferente. Que ahora la inteligencia no está basada en la memorización o en los aspectos matemáticos o de vocabulario que miden los test tradicionales, sino en los recursos que se pueden encontrar de manera creciente en el mundo digital. Vamos, que de la aritmética, vocabulario y razonamiento visual ahora se encarga la inteligencia artificial.

En cierto sentido, esto encaja con lo que vemos en nuestro alrededor en un mundo en el que los antecedentes históricos apenas tienen peso en nuestro mundo actual. Existe constancia de que el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels afirmó, en innumerables ocasiones, que “Una mentira mil veces repetida se transforma en verdad”. Hoy eso ha acabado transformándose en uno de los paradigmas de la posverdad: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”.

Se ha contabilizado que, en su primer mandato, Donald Trump contó la friolera de 25.000 mentiras. Todo indica que en su segundo mandato va a pulverizar ese récord. Y que no sólo lo va a pulverizar cuantitativamente, sino también cualitativamente. Cabe preguntarse si es casualidad o planificada la coincidencia en el tiempo con esa bajada del cociente intelectual. Aquí todo se aprovecha.

No sólo niega el genocidio que está perpetrando el gobierno de Netanyahu y sus fuerzas armadas. También ha emprendido el camino de la banalización del genocidio. Que lo hiciera Netanyahu diciendo que el lema “Palestina libre” es la versión de hoy de “Heil, Hitler” no era de extrañar, al fin y al cabo Netanyahu representa a quienes lo están perpetrando y es su máxima autoridad. Pero que hace poco tiempo Trump otorgara asilo y refugio a 59 sudafricanos blancos por un presunto “genocidio blanco” en Sudáfrica ya supera el triple salto mortal con tirabuzón.

Lo hizo, además, pulverizando todos los récords de velocidad en un país en el que la tramitación de solicitudes de asilo y refugio tardan meses, cuando no años. Sudáfrica padece una situación de violencia endémica en la que, efectivamente, ha habido víctimas de su minoría blanca. Pero en la misma proporción que el resto de la población del país, y el número de víctimas que no son blancas, lógicamente, es mucho mayor. Y no es fruto de un plan fríamente ideado para la eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad, sino fruto de la pobreza y otros problemas. ¡Y va y lo apoya con imágenes de situaciones en otros países que sencillamente no vienen a cuento!

¡Qué casualidad! Fue Sudáfrica quien ha llevado a Israel ante la Corte Internacional de Justicia por genocidio. “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”. La ignorancia es la fuerza.

Activista de Derechos Humanos - @Krakenberger