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Agirre, 65 años después

Agirre, 65 años despuésArchivo

"La figura del Lendakari Agirre ha entrado en la historia”. El comunicado del Euzkadi Buru Batzar reflejaba la trascendencia del momento. Era el 22 de marzo de 1960. Jose Antonio Agirre y Lekube fallecía en su domicilio del exilio de París a los 56 años. Joven, demasiado joven, y de forma inesperada. Aparentemente no tenía problemas graves de salud.

El Pueblo Vasco perdía a su principal referente, al hombre que mantuvo viva la llama de nuestra causa a nivel mundial, con la defensa firme de sus principios en las peores adversidades, y buscando aliados incesantemente.

Se iba el primer Lehendakari del Gobierno Vasco, responsabilidad que asumió con solo 32 años. El incansable defensor del ejercicio democrático de la libertad, la paz y los derechos humanos. Uno de los pioneros del europeísmo y la democracia cristiana. Un ser humano excepcional, admirado incluso por sus rivales políticos. Sin lugar a duda, la mayor figura política de nuestra historia moderna.

Se fue el hombre, pero perduró su legado. Su pueblo no lo olvida. Hace poco paseaba por ‘Portu’ cuando me encontré una amiga de la familia de toda la vida, a la que hacía tiempo no veía. Al preguntarle por su edad, contestó con una sonrisa: “Nací el año en que murió el Lehendakari Agirre”. Hoy hace 65 años.

Agirre habría acogido con satisfacción el desarrollo de nuestro sistema de bienestar en cuya extensión Euskadi ha sido pionera

Toda una vida, 65 años, en la que Euskadi ha avanzado mucho. En la que han pasado cosas que Agirre se perdió y de las que hoy estaría orgulloso. Como la extensión de las ikastolas y del movimiento cooperativo en la última fase de la dictadura, la supervivencia y desarrollo -siempre insuficiente- del euskera, o, cómo no, la llegada de la democracia y la institucionalización del autogobierno de nuestro Pueblo a través del Estatuto de Gernika.

Habría acogido con satisfacción el desarrollo de nuestro sistema de bienestar, de toda esa red de apoyo a las personas y familias más vulnerables en cuya extensión Euskadi ha sido pionera, tanto a través de ayudas públicas como con el tercer sector social.

También nuestra universidad, la red de centros de investigación, la creación de la Ertzaintza y el desarrollo de una industria moderna con empresas punteras a nivel internacional. O los acuerdos entre diferentes que él practicó de forma ejemplar en su tiempo.

Otras cuestiones, como la deriva terrorista de ETA y la violencia política, le habrían indignado profundamente. No le habría gustado la evolución hacia una sociedad líquida e individualista, o la dirección tomada por el proyecto europeo, porque él creía en la Europa de los pueblos.

¿Y qué pensaría del momento actual de incertidumbre que vivimos? Antes de contestar, conviene recordar lo que vivió: una guerra en la que perdió a miles de compatriotas; un viaje en el que se jugó la vida; una guerra mundial en la que falleció su hermana Encarnación; el encarcelamiento de amigos y seres queridos; 20 años de dictadura de Franco, y 23 de exilio.

A pesar de todo, nunca flaqueó. No se lo podía permitir. Era muy consciente de su responsabilidad: representaba la esperanza y la ilusión de todo un pueblo. “Para adelante, siempre hay que seguir adelante”, ese era el lema que compartía con su esposa Mari Zabala, tal y como contaba ésta en una entrevista.

Fue un ser humano excepcional, admirado incluso por sus rivales políticos. La mayor figura política de nuestra historia moderna

Por lo tanto, la respuesta está clara. Nos la dio él mismo en su último mensaje de Gabon, en 1959: “Nuestra misión consiste en cumplir en el día de hoy con nuestro deber, pero cumplirlo todos. Nos ha tocado vivir una época turbada e injusta. Y en la lealtad a la promesa hecha reside la fe que nos anima y la esperanza firme de un futuro mejor. Los pueblos se conocen en la adversidad y sólo existe una respuesta a nuestro infortunio: la unión férrea de todos los vascos. ¿Existe una fórmula mejor para proseguir nuestra lucha?”.

Esa dimensión social, la conciencia de pertenecer a una comunidad, a un pueblo, fue el aliento que nos permitió superar tiempos mucho más difíciles que los actuales. La idea de la libertad como compromiso con los demás y con la construcción de un País y un mundo más justo y avanzado. La persona –no el individuo– y su dignidad por encima de todo.

Agirre lo sabía y lo llevó a la práctica durante toda su vida. Nos diría que queda mucho por hacer, que hay que tener confianza, trabajar y ser optimistas. Que defendamos con fuerza la democracia, la libertad, el autogobierno y los derechos humanos. Que pongamos pie en pared frente a populismos y autoritarismos.

Reposa en el cementerio de Donibane Lohizune, bajo el Juramento de Gernika, el Lehendakari de las y los vascos a ambos lados del Bidasoa. El pasado 7 de octubre le rendimos visita y tributo junto al EBB, en el aniversario de la formación del primer Gobierno vasco que presidió. 65 años después de que dejara este mundo, el mejor homenaje que podemos hacerle es mantenernos fieles a su ideario y expandir los valores que él encarnó.

Lehendakari