El Papa Francisco no está bien. A sus 88 años, no tiene la energía de los inicios de su pontificado, su voz y sus reflexiones no se escuchan con la firmeza, frescura y empuje -siempre matizados- de antes. Antes, lo persistente no era su bronquitis, sino sus broncas -también matizadas- a diestra y siniestra. Ahora está hospitalizado desde el viernes por una infección en las vías respiratorias, por lo que necesita “reposo absoluto” y hoy no dirigirá el Ángelus. Tampoco tranquiliza que la Conferencia Episcopal haya animado a los fieles a rezar por su pronto restablecimiento. Amén.