Hace un tiempo había un programa de televisión a cuyo plató acudía el famoseo de segunda categoría que anunciaba el inicio de querellas judiciales contra aquel o la otra por comentarios sobre su persona o actividad para deleite del espectador. La política española ha sustituido al peor de los espectáculos y hoy se enzarza en acudir ante el juez con temas que, de pensarlo medio minuto, sonrojarían al más sinvergüenza. Bastante tienen las salas judiciales y magistrados con problemas reales como para ocuparse de insultos ejercidos a partes iguales por todos. Política, también, de segunda categoría.
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