ETB ha recurrido a esa frase maldita del “experimento sociológico” que acuñó Gran Hermano para montar un falsete-show bajo la premisa de que seis familias de una calle de Balmaseda tienen carta blanca para no pagar impuestos municipales durante mes y medio con la condición de que se gestionen por sí mismos. El programa, bautizado como La calle sin gobierno, sonaba interesante, y la presencia del todoterreno Xabier García Ramsden le daba un plus de rigor al asunto pero, oh sorpresa, ha resultado ser un sainete a favor del pago de impuestos donde el programa boicotea a los vecinos con todo tipo de males y la exigencia de que los resuelvan de manera inmediata, que ningún ayuntamiento cumple.
El juego ya se inició con las cartas marcadas. Si el Ayuntamiento cobra los impuestos con recibos trimestrales o anuales, el programa, sin embargo, les facilita la pasta por semanas, como si fuera la paga del aita a los críos para comprar chuches, pero a su vez pone a las seis familias a asumir los gastos de toda una calle para que vivan ahogados económicamente desde el primer día. A partir de ahí, el despropósito: les apagan las luces de las farolas, les prohíben llamar a la Ertzaintza (no a los municipales, que es la policía local, a la Ertzaintza), los del camión de la basura les tiran las bolsas a los morros y hasta les plantan a la puerta de su casa los residuos voluminosos de toda la calle (frigorífico-congelador oxidado incluido) para que se hagan cargo de su recogida y tratamiento sin ser suyos.
A su vez, les exigen que todo lo resuelvan al instante: el grafiti que aparece en una pared, las cagadas de los perros y las ovejas, los coches que pasan a toda leche, el ruido de unos alborotadores y hasta la inseguridad de la calle… porque nunca nadie ha visto en su barrio un grafiti más de dos días seguidos, una calle sin luz o una práctica de botellón que perdure.
Y superando incidentes impostados y sobreactuados con más broncas que en Gran Hermano, han conseguido sobrevivir, que no vivir, las seis semanas de un programa que, aunque su intención era concienciar sobre lo bueno que es pagar impuestos sin cuestionar siquiera su cuantía, ha resultado ser un alegato contra el autogobierno y la independencia de los más pequeños. Así que tras la pregunta final, “¿Ayuntamiento o seguir independientes?”, todos los participantes volvieron acobardados al redil municipal. “Sí, sí, al Ayuntamiento de cabeza, es mejor que lo gestione otro”, respondían aliviados.
Al verlo, en Moncloa, a alguien se le dibuja una sonrisa, descuelga el teléfono y anima a TV3 a hacer su propia versión del programa.