Un comedido Arturo Valls ha vuelto a asomarse por Antena 3, coincidiendo con su fichaje por TVE tras acabar su contrato con Movistar. En medio de este baile, el valenciano presenta El 1%, un multitudinario concurso, al estilo de The Floor (A3, 2023), 1 contra 100 (A3, 2006) o Aquí jugamos todos (TVE, 1995), en el que cada semana cien concursantes se enfrentan a 15 retos de lógica y sentido común (muy al estilo de un psicotécnico) por un premio de hasta 100.000 euros. 

Con un plató circular como el que tuvo en ¡Ahora caigo!, donde triunfó a diario durante más de diez años convirtiéndose en el rey de las coletillas, Arturo Valls se presenta aquí innecesariamente mucho más comedido; prueba de ello es cuando desde su atril pronuncia la palabra escabechina, que antaño daba pie a cantar junto al público aquello de “El Adivina es una escabechina”, en referencia a una de las pruebas malditas del concurso, pero ahora se queda en silencio como si tuviera que contenerse al pronunciar la palabra, pero a su vez prefiere no recurrir a un sinónimo.

Valls sigue siendo este tipo divertido, ingenioso y rápido en las improvisaciones, capaz de animarte el concurso más repetitivo con su frases, sus coreografías, sus redobles y su caballo, al mismo tiempo que sabe sacar el lado más divertido de los concursantes. No se me ocurre un presentador de concursos mejor que él.

Aquí, sin embargo, presenta El 1% con el freno de mano echado y se limita a pasar lista a esos concursantes que le chivan por el pinganillo para preguntarles por una anécdota que le ha parecido graciosa al guionista de turno, y queda demasiado buscado y antinatural. Se nota que está preparado y teledirigido, aunque es cierto que, según pasan las semanas, se está permitiendo con algunos trompos al volante, que una cosa es presentar con el freno de mano puesto y otra no sacarle partido.

Entre tanto concursante anónimo, y como ocurre en casi todos los programas en prime time de la tele, El 1% está salpimentado por tres concursantes famosos que, sin mucho que ganar (no optan al premio) y mucha deshonra que perder, demuestran que no son tan listos como nos contaron: por citar dos ejemplos: el de Miki Nadal, que nos habían dicho que era superdotado y miembro de Mensa, pero le vimos perder demasiado pronto; o el de Raquel Sánchez Silva, que se equivocó ya en la primera pregunta y, además, en una muestra de sinceridad poco habitual, confesaba las que acertaba de chiripa. Aunque la auténtica gracia del concurso, claro, está en ponerse a prueba desde casa siguiendo el modelo de La ruleta, donde te suben el ego con pruebas facilonas hasta que ya al final, la cosa se complica y te ponen en tu sitio.