COMO los prolegómenos que estamos viviendo con las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez sean un avance de la próxima legislatura –y yo creo que lo son–, vamos a vivir unos años muy movidos. Y sobre todo muy inestables. Hay pocas cosas peores. Los acuerdos se frenan o se aceleran a conveniencia de alguno de los interlocutores, se introducen nuevas vertientes, los celos entre partidos llamados a ser socios se ponen por delante del bien general, la fiabilidad de algunos es más que cuestionable... Pero la investidura no es una meta, sino solo un inicio. Lo que no sabemos es de qué.
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