Mientras los indios viajan a la Luna, el expresidente Trump visita la cárcel y una gran parte de nuestros vecinos pasa sus vacaciones en el infierno, un macarra nos alecciona sobre el verdadero feminismo. Una lección impagable viniendo de un tipo que se agarra ostentosamente de los genitales para celebrar la victoria de un equipo de mujeres.

A Luis Rubiales no hay más que verlo, sus andares chulescos balanceando el cuerpo como un sheriff del oeste, propios de quien se cree dueño, no solo de la pelota, sino del patio entero, y sus habituales palmotadas en la espalda de sus interlocutores siempre me han producido una visceral desconfianza. Huyo de la gente que tiende a expresar su afabilidad con palmadas en hombros y espaldas. He conocido a más de un expendedor de atenciones no deseadas.

En el fútbol de hoy donde el dinero, porradas de millones, es la pieza fundamental de todo el engranaje, se suceden diversas tipologías humanas; desde arribistas y traidores hasta complacientes pelotas y narcisistas embaucadores. Rubiales es uno de estos últimos. El presidente del fútbol español es capaz de llamar pringados y gilipollas a todos aquellos que cuestionan su proceder. Es capaz también de juzgar a todos los medios –la prensa, dice él– en función de su actitud hacia él. Tampoco faltan periodistas que le bailan el agua.

¿Qué hace un presidente de la Federación Española de Fútbol pidiendo “picos” a una de sus jugadoras? ¿Se lo imaginan? Luego, más tarde, le coacciona a la misma jugadora para que declare lo que él quiere y le dice que lo haga por sus hijas. El despropósito no acaba. Hace falta ser muy patán también para levantar a una jugadora sobre sus hombros emulando la mitológica representación pictórica de Poussin: El rapto de las Sabinas. Ni la euforia más desatada puede justificar la actitud de un presidente que ya en el pasado provocó la drástica decisión de muchas jugadoras de la selección de renunciar a ella. Los charcos que pisa Luis Rubiales son cada vez más grandes aunque hasta ahora haya salido de todos indemne.

Aunque mi modesto interés por el fútbol se alinea más con el S.D. Moraza, equipo de mi antiguo barrio, que con la selección, no pude menos que escuchar el discurso de un tipo tramposo que con notas de teatralidad quería convencer a su público. Tanto la soflama como la recepción por parte de la audiencia me produjeron náuseas. ¿De qué lodazal sale esta gente que no quiere ver ni escuchar lo que allí pasó? ¿No se dieron cuenta que una vez aterrizado el avión de vuelta a casa y en la foto con la copa las jugadoras evitaban todo contacto visual y físico con su presidente que no sabía dónde ponerse?

En su efectismo teatral y como si de un patricio magnánimo se tratara, Luis Rubiales prometió triplicar el sueldo del entrenador Jorge Vilda. Ahora serán 500.000 euros al año, cinco veces más que el del presidente del gobierno. No está nada mal, aunque su jefe cobre más, tenga casa gratis y viaje por el mundo con los gastos pagados. Rubiales enfatizó que defiende el fútbol base, el fútbol humilde, y hasta un ignorante como yo sabe que la primera gran medida que tomó el presidente al frente de la Federación Española de Fútbol fue enviar la Supercopa de España a Arabia Saudí durante tres años. A razón de 40 millones por año. He aquí otro patriota.

En su atolondramiento narcisista y grandilocuente el señor presidente no dudó en señalar el “falso feminismo” de nuestra sociedad, el buen feminismo, sin embargo, estaba allí en la audiencia, representado por sus tres hijas. Y remató con un problema de libertad en España. El discurso lo hubieran firmado muchos votantes de Vox, supongo.

El culebrón se ha internacionalizado de manera increíble. Los medios de gran parte del mundo se frotan los ojos por la actitud de un tipo desinhibido en su soberbia y en sus mentiras. La peor cara de España ha salido retratada. Una pena para las veintitrés deportistas que a pesar de sus dirigentes han ganado el más preciado trofeo internacional. Mi sincera felicitación a ellas.

Yo le estoy agradecido al señor Rubiales, convencido de que ahora mismo el “falso feminismo” va a coger alas tras la esperpéntica actuación de un señor marrullero y caradura al que el fútbol femenino no debe sino problemas y humillaciones.