Superhéroes de barrio
O superheroínas de su pueblo. Tampoco nos pasemos con lo de los poderes, pero siempre he encontrado un punto heroico en la determinación con la que, en el momento en el que se acercan las elecciones municipales, un número nada desdeñable de personas dan un paso adelante y ponen su cara y su nombre y apellidos detrás de una sigla, debajo de un logo.
El domingo (28) hay más de 2.600 concejalías a ocupar en Bizkaia. Las motivaciones de los hombres y mujeres dispuestas a ello, que se postulan estos días, son tan heterogéneas que darían para un tratado de varios tomos. Habrá algunas, muy pocas, que cobrarán un sueldo más que digno por ello. El debate de si en la empresa privada harían más, menos, o exactamente el mismo dinero es un melón que dejaremos para otra en otra ocasión. Otras dan en la política municipal unos primeros pasos que quizá, o no, sean el comienzo de una carrera política más ambiciosa.
Sin embargo, en la mayoría de los pueblos y ciudades de Bizkaia ser concejal o concejala se agradece con un chute de palmadita en la espalda, unas cuantas dietas y un mucho de trabajo extra que sumar a las obligaciones con las que una ya sale de casa. La vida es difícil y potencialmente estresante. Hay que madrugar, rendir en el trabajo, ir a la compra y preparar la cena. No siempre te da tiempo para ir al gimnasio y hay semanas en las que tienes reunión con la andereño de tu hijo, consulta con la dentista, o ambas cosas a la vez. Por momentos asoma el morro la culpabilidad porque sientes que estás desatendiendo a tu familia, y seguro que te gustaría pasar más tiempo con la cuadrilla. Las tareas se acumulan y también se acumulan en la mesilla libros que es probable que nunca leas.
Y aun así, hay gente que da ese paso. Que “se mete” en política pese a ello, y también pese a la desafección generalizada. Y que en muchas ocasiones sale del armario para vincularse a unas siglas que harán que, en adelante, se modifique sin remedio la percepción que tienen sus vecinas y vecinos sobre ellas. Mikel ya no será el del tercero, Esther ya no será la amatxu con la que coincides en la parada del autobús escolar, y esa chica tan maja que lleva las cuentas de la comunidad será, en adelante, la candidata que se presenta –o que aquella vez se presentó– por este u otro partido. Hay muchas veces en las que la sorpresa es minúscula, pero en otras ocasiones esos pasos adelante provocan vértigo entre quienes los dan y arqueo de cejas entre sus vecinas y vecinos.
No diré que somos un país de banderizos, aunque a veces me sobrarían razones para afirmarlo. Quiero pensar que las trincheras están superadas y que, aunque suene demasiado simplista, lo importante en la política municipal son las farolas y el alcantarillado. Por supuesto, también son importantes otras muchísimas cosas, pero en esencia una concejala de pueblo pone en el asador mucho más de lo que recoge. Basta con haber ocupado un mínimo espacio de responsabilidad en la gestión para recibir un baño de humildad, porque llegarán los problemas, la impotencia y el cuestionamiento. Así que voten el domingo, desde las tripas o desde el análisis frío. Pero voten, porque esos superhéroes de barrio, superheroínas de pueblo, están dando la cara para que, en muchas ocasiones, se la devuelvan pintada.
Profesora e investigadora (UPV/EHU)