Hay que reconocer que el emérito tiene agarraderas allá por donde pisa. Ahora resulta que la justicia británica le ha reconocido la inmunidad hasta su abdicación como rey, por lo que no podrá ser juzgado por las tropelías que va cantando Corinna Larsen. Pero el asunto está en el argumento de la jueza, que viene a decir que las cosas de Juan Carlos con su amante eran actos de Estado porque por allí andaban los espías del CNI. O sea, que las promiscuidades -de varios tipos- de su majestad, “sean o no legales” eran “atribuibles al Estado español”. Y tiene razón: lo dice la Constitución.