SER la sede de un evento como un Mundial de fútbol puede tener dos objetivos: mostrarse y vender las bondades del país o blanquearse para ocultar o minimizar las vergüenzas. O ambos. Ponerse en el escaparate internacional tiene sus riesgos. Catar está en el foco que subraya la dictadura que es. Es dudoso que el régimen catarí pueda enseñar algo digno al mundo. Así que solo queda la esperanza de que el mundo -incluso desde la hipocresía- señale la infamia y muestre a la población catarí que hay otras maneras más libres y tolerantes de vivir aunque no sean el paraíso.
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