HUBO un tiempo en el que la escasez de noticias durante el verano, obligaba a los medios de comunicación a analizar lo que se denominaban “serpientes del verano”.

En el verano que acabamos de dejar atrás habría sido el extraño suceso ocurrido en la playa de Hendaia, país vasco-francés, en la que medio centenar de bañistas tuvieron que ser atendidos al ser agredidos por un animal extraño.

Habría dado lugar a ríos de tinta especulando sobre si el cambio climático habría favorecido que las pirañas del Amazonas, pez de agua dulce, se hubieran adaptado a la salada, habrían cruzado el Atlántico llegando hasta el Cantábrico.

Debatirían si igualmente podrían rodear la península, llegando a las cálidas aguas del Mediterráneo provocando que los bañistas de Marbella, Denia o Salou, hubieran salido de su baño matutino con la mitad del cuerpo como esqueleto.

Pero este verano no ha hecho falta ahondar en este tipo de noticias y mucho menos inventarse otras, debido al aluvión que tenemos de las denominadas “normales”.

Los ríos de tinta ahora se dedican a la inacabada y cruel guerra de Putin contra Ucrania, o a la tensión originada innecesariamente por la señora Pelosi (otra yanki con “imaginación”) con su visita a Taiwán de hace un mes, que provocó el enfado mayúsculo de China, incrementando aún más la tensión mundial.

¿Por qué ese movimiento insensato de la dirigente demócrata? ¿Qué intentó hacer con él? El análisis de las respuestas da para mucho, con algunas de las posibles respuestas especialmente inquietantes.

Con menos relevancia también ha vuelto en este verano 2022 la habitual salvajada israelí contra el pueblo palestino, aunque eso a occidente interese bastante menos.

Si a pesar de estas noticias quedara aún espacio en los noticieros, telediarios, páginas de diarios de papel o digitales, podríamos llenarlos con la crisis económica provocada por esa guerra, que se añade al incremento de precio en las fuentes de energía.

Las medidas que ha tenido que imponer la UE para paliar esa crisis energética y las consecuencias de su aplicación en nuestro país no han dado tregua al aburrimiento informativo.

La polémica abierta contra el gobierno por el PP con este asunto, las diferentes maneras de tensionar en su interior, con la “radical” Ayuso y el “moderado” Feijóo repartiéndose los papeles de poli malo y bueno heredados del franquismo, da para mucho.

La séptima ola del covid y la primera de la denominada “viruela del mono” también suscitaron el interés informativo.

Y si éramos pocos parió la abuela, con el caso cada vez más extendido de los pinchazos a mujeres en los lugares de ocio. Si efectivamente como señalan los expertos no es para inocular algo que provoque sumisión sexual; ¿qué es?

¿Acaso un juego viral? ¿Un plan elaborado para ahuyentar a las mujeres de la fiesta? ¿Simplemente un proceso gamberril epidémico? Quizás la hipótesis más sensata sea que cada vez, especialmente entre los machos, hay más tontos por metro cuadrado en nuestra sociedad. Una epidemia que tal como llegó se fue, esperemos que ya para siempre.

Pero faltaría dedicar espacio también al análisis de lo que ha pasado este verano con el turismo. La masificación, la cada vez más degradada forma de comportamiento, el destrozo que estamos provocando en el Mediterráneo que se queja constantemente invadiendo de algas, medusas, a 30 grados nuestras playas, con el aviso de graves episodios climatológicos para este otoño que acaba de comenzar.

Estamos matando la gallina de los huevos de oro y alguien debería hacer algo con rapidez para evitarlo. Aunque quizás ya sea tarde.

La desertización de nuestro país con una falta de agua preocupante, la ola de incendios que nos asolan el último muy cerca de mi casa, la falta de control de los precios, etc., etc., nos han situado en un verano catastrófico.

Como se puede observar este año ya no hemos necesitado “serpientes de verano” y la verdad es que las echamos de menos porque este ha sido sin ellas un sinvivir.

Entran ganas muchos días de apagar los telediarios, las radios, no leer los periódicos y al más puro estilo Mafalda gritar alto y claro: “Que paren el mundo que me bajo”.

Veremos que más nos espera, pero tiene mala pinta con todos los que saben anunciando una situación peor en invierno. A todos los males señalados se les une la posibilidad real desde el pasado domingo de que la extrema derecha gobierne Italia o Suecia, o que un enloquecido Putin acabe activando el botón nuclear.

¿Qué hacer ante eso aquí? ¿Recordar la Transición y reeditarla corrigiendo los errores cometidos? ¿Plantearse unos nuevos Pactos de la Moncloa?

Es probable, pero para ello se necesita aplicar aquellos principios, aquellos valores. Señores de la izquierda y la derecha, periférica o central, señores nacionalistas, e incluso independentistas, pongan ustedes mucha audacia, mucha imaginación y toneladas de generosidad porque nuestra sociedad lo está pidiendo a gritos y los tiempos que nos llegan lo demandan.

Pónganse de acuerdo, comuníquense, dedíquenle horas de conversación (los convenios se firman a altas horas de la madrugada justo el día de ruptura), aporten esfuerzo y sobre todo estén a la altura de las circunstancias que el país necesita.

La historia les recordará por lo que sean ustedes capaces de hacer o no hacer ahora. Es el momento de los estadistas, de los valientes. Ojalá tengan el valor y el acierto de hacerlo.

¿Serán capaces de anteponer el bien común al partidista? ¿Están capacitados para tener altura de miras?

Hemos pasado un verano horrible y nos anuncian un invierno aún peor, si no son capaces de evitarlo los políticos que nos ha tocado sufrir.

Veremos…

* Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE