TIENE un punto de melancolía tanguera el regreso de Anna Gabriel tras cuatro años intentando eludir la acción del Tribunal Supremo. No diré que es una rendición a la Judicatura; solo ante la evidencia. Nadie se acordaba de Anna Gabriel y esto hace perder toda lógica política a su gesto de huida a Suiza. Exiliarse para convertirse en símbolo solo sirve si, efectivamente, alguien te concede serlo. Y ese papel es de Puigdemont, al que le arropan los suyos lo que no han respaldado a Gabriel. No caben tantos héroes en un capítulo tan breve. Suerte, Anna; con el juez y con los tuyos.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
