Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

Igor Santamaría

Prostitución

Asaber quién hace de Christopher Lloyd en el DeLorean pero en Génova se sienten dueños del ministerio del tiempo. No hizo falta que Gamarra abriera la boca ni su jefe reposara su trasero que ya daban ganas de darles una patada en el ídem ante gesto tan ignominioso. En sus trajes lucían un lazo azul que no tuvieron bemoles de pasear horas antes en Ermua, seguramente porque su monarca no lo iba a portar, pero sí en el debate de su nación por aquello de a ver cuántas papeletas más rascamos aunque sea a costa de prostituir uno de los símbolos que los grupos pacifistas animaban a mostrar durante los secuestros de aquellos años noventa. El arte de la provocación se extendió durante un tercio del alegato de la portavoz aludiendo a una banda terrorista extinta mientras el país se desangra ahora por otros asuntos que les pillan muy de lejos, entre ellos el de llenar las neveras. Que el PP busque sacar rédito de los rescoldos del terror lo lleva en sus genes desde que, injustificadamente, les tocaba de cerca. Que hable en nombre de todas las víctimas va inherente en su discurso. Que lo haga cuando un buen número de ellas denuncia su impúdica estrategia parece propio de gentes sin escrúpulos. Solo sea por la memoria de sus asesinados, mejor no barruntar el porqué de su incapacidad para prescindir de siglas que no merecen ya mención ni de soslayo. Alguno haría bien en pensarse con quién hacer tratos a futuro. l

isantamaria@deia.eus