DE acuerdo con el titular del programa dominical de la Cadena Ser, deseo que los protagonistas del pasado día 3 –Juanjo Millás y Javier del Pino, acompañados de Paqui Ramos–, sean conscientes de la precariedad de la vida y lo serio que es hacer tertulias chistosas sobre la más dura dolencia del hombre, la enfermedad del alma.

Con un humor desenfadado, el famoso escritor comentaba que su padre había inventado un aparato de electroshok portátil, hecho con tornillos sencillos de ferretería y tapones de tubos de pasta de dientes. Animados por lo divertido del tema, los protagonistas del programa comentaban entre risas una exposición que se estaba celebrando en Valencia. Una muestra de antiguos aparatos de psiquiatría. Paseando por el recinto, reían ante las camisas de fuerza, las sillas tranquilizantes –una especie de sillas eléctricas donde los pacientes se quedaban a oscuras y atados–, duchas de agua fría y demás “salvajadas” que se utilizaban en el pasado. Lo que parecen ignorar estos grandes profesionales –con cuatro millones de audiencia– es que un millón de enfermos en el mundo reciben actualmente tratamientos de electroshock con la esperanza de encontrar una pequeña –o grande– mejora de su enfermedad.

Hablo con conocimiento de causa. He estado en un psiquiátrico –antes llamado manicomio– donde los supuestos enfermos, “locos” se llamaban antes, eran más cuerdos que estos profesionales. La terapia electroconsultiva –terapia electrochoque, TEC– se sigue utilizando en cuadros de depresión mayor que no han respondido a otros tratamientos. No me parece que sea un tema de tertulia dominical.

Tengo un amigo muy cercano que pido a todos los dioses del cielo y de la tierra que no tuviera el pasado domingo encendida la radio y escuchase las sabias reflexiones de estos señores tan prestigiosos. Deseo –o quizás fuese un buen escarmiento– que no tengan que acudir a estos centros hospitalarios donde la Esperanza siempre se escribe con mayúscula. l

* Periodista y escritora