ACE unos días leíamos en un editorial de prensa de tirada estatal un interesante artículo que entre otras cosas decía: “centenares de miles de ciudadanos (se refería a los pobres -económicamente- andaluces) sienten que la democracia no va con ellos. O quizá peor, que la democracia vá contra ellos”. Palabras duras, primero, por quien lo decía, y segundo, por referirse a una democracia reconocida. ¿Qué es, que nuestras democracias no se adecuan a las necesidades sociales?

Estos últimos meses leemos con frecuencia que Rusia es un sistema político oligárquico, lo cual es indudable; entendida la oligarquía como sistema político donde unos pocos acumulan todo el poder. Pero analicemos lo que ocurre en nuestra laureada democracia. Sin duda que votamos y entendemos que dentro de un orden nuestras elecciones son transparentes. Los medios públicos dan cuotas de publicidad conforme a los votos conseguidos en las últimas elecciones, los debates son públicos y todos los ciudadanos tienen la oportunidad de conocer los programas de todos los partidos políticos. Claro que hay medios privados que “ni quitan ni ponen rey, pero ayudan a su señor”. Pero pelillos a la mar.

Pero una vez repartido el poder, ¿pintamos algo los votantes? Si, si duda que los dirigentes siguen de cerca las estadísticas de opinión en sus distintas vertientes; hoy en día vía algoritmos que indican las tendencias a niveles infinitesimales. Lo malo es que las circunstancias del momento cambian de forma imprevisible y hace que los algoritmos pierdan eficacia. Por algo la política es una ciencia social sujeta a vaivenes inesperados.

En nuestro modelo socioeconómico, implantado desde los tiempos de Ronald Reagan y su querida esposa Nancy; y de Margaret Thatcher (aquí el Denis no parecía pintar mucho), se nos implantó el llamado sistema neoliberal. Fue a principios de la década de los ochenta. El primero de los personajes había sido un afamado cowboy en el western americano, y la segunda, la llamada “dama de hierro”. Sino que se lo pregunten a los argentinos que osaron hollar las Islas Malvinas (Fackland Islands para los british -¿no serán Fuckland?-).

Sobre el modelo económico neoliberal (no podemos llamarlo social), cada cual contará su versión, pero creo que hay variables económicas constatadas que indican el desastre al que nos está llevando:

1.- La riqueza generada está peor repartida que nunca y la brecha rico-pobre aumenta.

2.- La globalización, de forma general, no ha disminuido las distancias entre los países desarrollados-subdesarrollados que conforman la Tierra.

3.- Estamos inmersos en un consumo desorbitado que genera desechos que ponen en peligro el futuro de nuestro Planeta; al tiempo que agota sus materias primas.

4. Las guerras son continuas desde hace casi un siglo y sus secuelas desastrosas para los “locales” (a nosotros nos pillan lejos, de momento). Hay también beneficiados de las guerra, y dicen que se ponen las botas. Y cuidado, con esto de la seguridad a causa del terrorismo, que casi sin ser conscientes de ello, nos recortan libertades y nos mantienen bajo control severo.

Por otra parte, en lo positivo, es indudable que las tecnologías han avanzado de forma significativa en todos los campos de las ciencias, que permiten mejorar nuestras condiciones de vida tanto en lo físico como en lo cultural. No podemos olvidar los cambios que la digitalización está operando en el mundo. Los avances de la medicina, en cuyo campo quirúrgico permite intervenciones robóticas con precisión milimétrica que la mano del hombre nunca podría conseguir. Nuestra expectativa de vida ha aumentado décadas, pero cuidado, necesitamos avances en el campo neurológico, de lo contrario llenaremos las residencias de mayores seniles. Vivir largo si, pero en condiciones.

En nuestro “sistema” se concentran distintas ideologías y todas son admitidas de buen grado a excepción de la llamada extrema izquierda. De esta solo nos cuentan “sus barbaridades”; y seguro que las hacen, pero seguro que también hay cosas que aprovechar; sino que se lo pregunten a Pepe Múgica, que creo es hombre de fiar. Los de la extrema derecha son los chicos malos de la película, se pasan a veces, pero son buena gente que hablan sin dobleces, sin filtro; y para nada resultan peligrosos para el sistema (sic).

En cuanto a la concentración del poder, y eso de las oligarquías a las que nos referíamos al principio, veamos lo que ocurre en Euskadi, que nos pilla más de cerca. Aquí los poderes económicos pueden reducirse a una veintena de empresas que cuentan con plantillas de más de 1.000 empleados y una facturación anual por encima de los 400 mm de euros. Es natural que las empresas tengan capacidad de presión. Sus plantillas y los IRPF que generan, la facturación con su IVA correspondiente, los impuestos sobre beneficios y las tasas municipales, suponen elementos vitales para el erario público; y nuestros agintaris ni pueden ni deben obviarles. Después tenemos a los sindicatos que no pueden perder su papel social, y por último el llamado cuarto poder, la prensa, que también tiene algo que decir, que para eso está.

¿Qué pintamos los demás, incluidas las pymes, las empresas familiares, autónomos...? ¡Y del ciudadano de a pie no digamos!. A tragarse lo que nos cuentan los telediarios. En resumen, ¿cuántos son los señores que dirigen nuestra sociedad en Euskadi? ¿Y el otro 99%? Dentro de 4 años tendréis la oportunidad para votar de nuevo, y mientras no metáis bulla.

* Derandein Fundazioa