NA duda asalta en el hoy por hoy: ¿la distancia es la cantidad de espacio existente entre las cosas o la cantidad de tiempo? Lo digo porque en no pocas ocasiones no estamos a poco menos de un kilómetro de la cita sino a poco más de diez minutos. La distancia lleva camino de convertirse en una unidad que no se mide en metros sino en horas. Visto así, las distancias de hoy son tan cortas que incluso vivir fuera del propio país ya no es lo que era veinte años antes, cuando las comunicaciones no existían o eran precarias y entonces uno sí vivía en el exilio, como una especie de inmigrante.

Al abrigo de todas estas reflexiones que se han lanzado al aire encaja la comprensión de la noticia anunciada ayer: la puesta en marcha de un servicio a demanda para atender a los pequeños núcleos rurales sin cobertura de transporte público. La iniciativa, cuentan, se testará este mismo año, a modo de experiencia piloto, en el valle de Arratia y la comarca de Mungialdea, dirigida a personas con problemas de movilidad y jóvenes. Para todos ellos importa llegar, cómo no. Pero importa casi tanto o más llegar a tiempo. Los dispositivos móviles de hoy en día facilitan el encaje de todas las necesidades con una precisión cronométrica. Se gana tiempo.

¿Qué hacer con él? Sirve, en ese trajín de ir de acá para allá, para pensar que a veces el viaje más largo es la distancia entre dos personas, una travesía que no necesita chófer ni GPS. Ha sido, con su permiso, un desliz sobre qué se puede hacer con el tiempo ahorrado con este nuevo servicio. Por supuesto que se puede leer o escuchar música; jugar al Candy Crash o revisar el corren electrónico. Cualquier tarea, cualquier distracción nos es suficiente para hacer tiempo, esa expresión tan común en nuestros días. Es el sino de nuestras vidas: dale que te dale sin cesar y hasta el último minuto.