L deseo de exponer la labor realizada durante tres años y medio, así como los resultados obtenidos, sobre todo, por su incidencia directa en el primer equipo, responde a una iniciativa hasta cierto punto comprensible. El hecho de que los responsables del fútbol base quieran reivindicarse por la inminente celebración de elecciones, trámite que bien puede implicar su relevo.

Rafa Alkorta, Andoni Ayarza y Andoni Bombín se explayaron en su intento por dejar constancia de que han pilotado la nave con mano firme y sabia, y de que su itinerario queda inconcluso, pues afirman que necesitarían duplicar el tiempo de que han dispuesto para que se calibrase con justicia su trabajo. Lejos, tres años atrás, queda una comparecencia suya que sirvió para explicar qué era lo que tenían en mente y cuáles sus expectativas. Hoy defienden que han colocado "el listón muy alto", lo que sin embargo en absoluto garantiza la pervivencia de su proyecto y, por añadidura, su continuidad en los cargos que aún ocupan. Son conscientes, asumen que es lo habitual coincidiendo con un relevo en el gobierno del club. Ellos mismos se beneficiaron de un cambio de directiva para ingresar en la nómina del Athletic, por lo que no dejan de ser un eslabón más en una cadena que durante décadas se ha ido tejiendo con numerosos técnicos y especialistas en formación (aunque varios no merecieran ni por asomo dicha consideración, justo ahora no es el momento de incidir en ello).

Con unos y con otros, la producción de valores nunca se ha interrumpido o a fecha de hoy no se estaría hablando del Athletic como un ente consolidado en la élite. Seguro que si se repasan las distintas épocas salen unas mejores y otras peores, pero esas oscilaciones se fueron compensando para que el fruto de la promoción de chavales se dejase sentir arriba, en el primer equipo, que es en definitiva de lo que se trata. Por la misma regla de tres, la aportación del trío que ayer lunes se expresó en clave de despedida se ha de valorar con prudencia. La misma que merecían sus predecesores y los que estuvieron antes y antes; el mismo respeto que ayer reclamaron no solo para ellos y que, en algún caso, no se observó en una etapa previa.

En este sentido, tuvo su gracia el tono resignado que utilizaron para opinar sobre determinadas críticas que han surgido en torno a Lezama en plena campaña y que, lógicamente, les afectan. En su posición actual morderse la lengua era la postura más inteligente porque es impensable que no se hayan sentido molestos al escuchar o leer que Lezama se esta quedando atrás, que es urgente introducir no sé qué adelantos y tal y tal, viniendo como vienen estas consignas de gente que desconoce lo que es la factoría rojiblanca.

Ese afán por meter mano de inmediato y retocar estructura, metodología, sistemas tecnológicos, relaciones institucionales, redes de captación y demás, en la idea de que Lezama precisa una transformación a fondo, lo único que demuestra es el grado de ignorancia que suele caracterizar el lenguaje al uso en campaña electoral. Es igual que lo de vender que hay otros modelos de escuelas de los que tomar nota y aprender. Son historias que llevan décadas taladrando los oídos del socio y el aficionado, en general sin base sólida.

Pasa algo parecido a lo de los entrenadores, que se diría que los de fuera son los buenos y de ahí que se les permitan cosas que por supuesto son censuradas si las hacen los de casa. Se olvida fácilmente que el Athletic posee la escuela que mejor se ajusta a su singularidad. Ninguna de ningún club del mundo funciona, ni tiene por qué, con los parámetros de esta y los motivos son obvios. Y además, se da la circunstancia de que el resto de las escuelas consideran referencial a Lezama. Ahora, ayer, antes de ayer,... Pero es más fácil hacerse eco de lo que creen personas cuyas ocupaciones jamás estuvieron integradas en la estructura de una fábrica de jugadores.

Lo expuesto ayer lunes, incluidos los denominados "datos objetivos", que más bien son relativos, no quita para que se admita un margen de avance y crecimiento. La excelencia es un objetivo eterno, nunca se alcanza pese a que esa sea la aspiración.