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Relaciones abiertas

No me dirán que no han notado que, quien quiera ser alguien en el ámbito de la influencia famosil en redes y televisiones varias tiene que tener una opinión sobre las relaciones abiertas. Y, si es favorable, aún mejor. Pues esto que parece tan de vanguardia -reivindicarlo públicamente, que practicarlo no es de ahora aunque antes tenía el sentido negativo de poner los cuernos- ya se inventó en política hace tiempo y se practica reiteradamente con el mismo morbo que el de hallar compañera o compañero de cama. Solo que lo llamaban geometría variable.

Geometría variable es sacar adelante con tus rivales las normas legislativas que no les gustan a tus aliados. Lo está haciendo el Gobierno de Sánchez cuando se apoya en el silencio cómplice del PP en el Congreso en los temas que los socios de la investidura no respaldan. Suele ser considerado virtud y no hay gobierno que se precie que no lo haya practicado alguna vez, pero lo que empieza como una excepción perdonable se torna complejo cuando se plantea como una relación abierta.

A los socios de Sánchez solo se les puede plantear la fórmula de común acuerdo. Si la relación abierta la practica y la defiende solo una de las partes, es una puesta de cuernos en toda regla. Queda feo plantear a tu pareja que te aguante determinados juegos solo porque, si no acepta, te vas con el vecino a practicarlos. Y, en las últimas semanas, a Sánchez lo han pillado en el portal con el PP sacando adelante sus problemas con Pegasus o la ley audiovisual. Con ese precedente hay más de una mosca zumbando detrás de las orejas de sus socios, lo que no quita para que las decisiones definitivas sean siempre difíciles de tomar y, por el momento, los compañeros de viaje de Sánchez hayan vuelto siempre al lecho tras un par de noches durmiendo en un hotel. Pero no es una relación abierta si solo la disfruta uno.