O espío, tú espías, él espía, nosotros espiamos, vosotros espiáis... El verbo es el mismo, espiar, pero el sujeto lo altera todo. Es muy distinto si nosotros espiamos, vosotros espiáis o ellos espían. Y luego está la voz. La voz puede hacer que el verbo espiar, en activa o pasiva, se haga ternera o pez: nosotros espiamos o nosotros somos espiados. Sin embargo, para el presidente Sánchez y los que ahora le rodean, incluido el señor X, seudónimo muy autorizado en esto de las alcantarillas, el sujeto es irrelevante hasta merecer solo un calificativo por parte del ministro Bolaños: "externo". Pero ¿qué significa "externo"? ¿A qué es "externo"? ¿Al gobierno? ¿Al Estado? Al avatar de Sánchez solo le faltó situar el espionaje en el metaverso porque "externo" no es "exterior" ni "extranjero", aunque Bolaños lo pretendiera. Y la voz... ¡Ay la voz! En el entorno de Sánchez lo de espiar es solo impersonal reflexivo (y no de reflexión): se ha espiado y no se expía. Las únicas voces para el PSOE son las que oye -grabadas o no el gobierno sabrá- del más allá. Del más allá de sus socios, digo, por el escaso caso que hace a estos y porque los socialistas votan (se espía, pero no se investiga) junto a PP, Vox y C's. Ni por activa ni por pasiva escucha a quienes le apoyan el gobierno que escucha, como admite Margarita Robles, o el gobierno de las escuchas, como denuncian otros. Oiga, quizá para ser oídos, así, en pasiva, los socios activos de Sánchez deban utilizar el móvil. O hacer un Zoom. A ver si con Pegasus...