Síguenos en redes sociales:

Biribilketa

Iñaki González

Prioridades

OS adaptamos. Es la gran virtud de la especie humana que la ha traído hasta aquí, que la ha preservado dd la extinción. Nos moldeamos en función del entorno y las circunstancias, por adversas que sean estas. Aunque algo cambió cuando descubrimos nuestra capacidad de adaptar el entorno a nuestras preferencias y convertimos estas en el fiel de una balanza con la que medimos el éxito en esta edad que han venido en llamar 'antropoceno'. Esta capacidad de adaptarnos nos ha venido muy bien en pandemia: ha servido para que modifiquemos nuestros usos ante la amenaza real a nuestra integridad física. Pero nuestra arrogancia antropocénica amenaza con doblegar no solo nuestro entorno sino nuestra capacidad de adaptarnos a él. Nos urge recuperar espacios de satisfacción de nuestras apetencias aun a costa de obviar la realidad que nos rodea. Y orientamos nuestras prioridades en función de esa estrategia. Ahora, que ya no nos morimos a chorros, que sentimos que un pinchazo nos devolverá la inmortalidad, queremos adaptar el acceso a ese pinchazo en función de nuestras prioridades. No me entiendan mal; es razonable entender que, tras haber logrado proteger a los grupos de edad que más muertes han padecido durante esta pandemia, vayamos en busca de aquellos que más capacidad de transmisión tienen. Pero quizá hemos olvidado por el camino que ese principio se tiene que aplicar con lógica de conservación, no de conveniencia. Nuestros adolescentes son el colectivo con menor mortalidad -cero, en Euskadi- por covid-19 y menor gravedad. Lo que les convierta en objetivo prioritario de vacunación -que puede ser muy razonable- no puede ser que su hipermovilidad e hipersocialización incumpla medidas de protección por mera comodidad y disfrute. Hay muchas más vacunas pero alguien tendrá que esperar por ellos en medio de la sucesión de variantes.