LTIMAMENTE hay quien quiere que volvamos atrás. Más o menos explícitamente, pero sus intenciones son claras y diáfanas. Quieren que vuelva a ser anodino y cotidiano llamar "maricón", "tortillera" a personas homosexuales o lesbianas o cosas peores a personas con identidades sexuales diferentes. También quieren volver a llamar "subnormales", "minusválidos" o "tarados" a personas con diversidad funcional. O quienes aún no han dejado de decir "negros de mierda", "moros de mierda", "sudacas" o cosas similares. A muchas personas de entre quienes querrían volver atrás también les gustaría que las mujeres volvieran a estar confinadas en la cocina y con la pata quebrada. Que tuvieran que volver a tener que pedir autorización al hombre para tener una cuenta bancaria, para trabajar. Que volvamos a considerar normales las fotos de políticos sin políticas. No quieren ruido ni estridencia ni debates reales. ¡Y ay de quien los quiera! La politóloga Karen Stenner ya señaló hace más de dos décadas que hay cerca de un tercio de la población que es antipluralista en todos los aspectos. Que sospecha de personas con apariencias o ideas distintas. Es alérgica a debates enconados. No quiere ruido y por supuesto tampoco cambios. Y parte de estas personas quiere volver atrás. Volver a la "extraordinaria placidez" que decía un primer espada de la política española.

A algunas de estas personas les encantaría que les aplicáramos su misma medicina, porque entonces les estaríamos dando el argumento fácil de que somos iguales y no mejores que ellas. Karl Popper descubrió la paradoja de la intolerancia. Si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Popper concluyó que, aunque parece paradójico, para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia. Estoy de acuerdo, pero esa intolerancia con la intolerancia debe ser siempre argumentada, no porque sí, no por la vía del ordeno y mando. Ahí precisamente ha de estar nuestra diferencia con los intolerantes.