través de la identidad que vivimos y que nos construimos, se nos cruza una gran diversidad de experiencias. De entre ellas, la de estar o no vacunado frente al riesgo pandémico que amenaza no solo la salud sino también otros espacios como el social, el psicológico y el económico. Espacios que tenemos organizados y que queremos seguir desarrollando. Y en este proceso de desarrollo, hay historias como la de la Superliga, que se nos van tan rápido como vienen. Tal como ha sido la historia de una trama de ambición, de reuniones privadas, de finanzas internacionales, y de luchas intestinas, que ha resonado en todo el mundo. Y que ha durado solo unos días, añadiendo efervescencia a la obsesión global por el fútbol europeo y por el deporte estrella de los grandes negocios.

Sin embargo, las historias de las amargas tensiones políticas, ya instaladas e institucionalizadas en nuestro país, sí que van a quedar en las memorias o episodios de nuestro siglo. Estas tensiones parecen haberse incrustado en el escenario político y social como un riesgo amenazante y frente al cual tendríamos que ser también inmunizados. Con el progresivo deterioro que implica que una nueva ola, la de la campaña electoral a la Asamblea de Madrid, se haya sumado y haya traído más relevancia a esas tiranteces.

Los diálogos que han estallado en el aire, y que han acabado con todos los debates electorales previstos, parecen extraídos más bien de una tragicomedia:

—"... Si no se retracta, y vosotros permitís que siga en este debate sin retractarse, nosotros lo vamos a abandonar".

—"... Nosotros condenamos todo tipo de violencia. Me hubiera gustado que el señor Iglesias hubiera condenado la violencia que sufrimos en Vallecas".

—"¿Tan mal le van las encuestas para montar este numerito?".

—"... Llevo mucho tiempo reflexionando sobre la situación de esta sociedad y de nuestra profesión. Creo que voy a seguir reflexionando un tiempo. No sé si deberíamos todos hacer un reset".

—"... cierra al salir...".

Y en esta tragicomedia, parece que ya no importan tanto los personajes sino más bien el juego de los diálogos que se intercambian. Un juego extraviado que no contribuye a la construcción de nuestras necesidades y de nuestra propia identidad y desarrollo. Con la gravitación implícita de que el resultado de la nueva Asamblea madrileña pueda representar el péndulo que de giro libre o de desplazamiento en la política nacional.

Nos queda, por tanto, camino por andar en la oscilación del péndulo político. Y esterilizarnos de la política sería como excluir o rechazar los buenos gérmenes de las acciones políticas que necesitamos. En definitiva, sería provocar un desequilibrio que la misma pospandemia nos puede ilustrar. Ya que una vez situados en el periodo pospandémico, vivir en ambientes demasiado esterilizados puede hacer que nuestro sistema inmune no funcione o se defienda bien.

Aislarnos de microorganismos tales como bacterias y gérmenes nos aísla también de los que son buenos, y ello puede provocarnos cierto desequilibrio inmune susceptible de infecciones, incluyendo coronavirus. De modo que no nos queda otra que seguir conviviendo "con los buenos y con los malos", y con su simbiosis. Aunque en algún momento sea necesaria la ventilación de los espacios, el distanciamiento físico o la mascarilla.

En cualquier caso, unos buenos hábitos como la práctica del ejercicio, dormir adecuadamente y la interacción con la naturaleza podrían evitar el juego extraviado de las palabras y contribuir a un buen reset. Y más aún de cara a la tan necesitada libertad de moverse o viajar. Dentro de la cual la elección de un viaje, un alojamiento o una estancia más sostenible con el medio ambiente y el planeta contribuiría a lo que la ecotasa europea pretende adecuada y polémicamente establecer.

Ya que viajar siendo sensibles y contribuyendo a la reducción en emisiones de carbono (en vuelos, espacios, etc.) o en la ingesta de microplásticos es la política solidaria, y necesariamente pospandémica, que necesitamos para descarbonizar y descontaminar nuestras vidas. Pues por el momento es la solidaridad más eficiente que podemos ejercer frente a pactos o cumbres políticas. Frente al impuesto que la Unión Europea pretender presentar, dentro del Pacto Verde, el próximo 21 de junio sobre los productos que se importan en función de su huella de carbono.

O frente a las políticamente correctas declaraciones de la reciente cumbre virtual de cooperación mundial sobre el clima, reunida por Biden.