O me digan si no es puro romanticismo, justicia poética o cualquier otra forma cursi de explicar la rebelión de las aficiones de los clubes ingleses contra el txoko para ricos que pretendía montar Florentino Pérez en el fútbol europeo. A lo mejor es que soy mala gente -seguramente- pero intuía que, si no eran ellos, desde luego no serían las hinchadas de Real Madrid y Barça las que pusieran pie en pared. El estatus de grande se gana en la competición y ellos lo han ganado, pero se conserva con actitudes del corazón y la empatía, no solo del bolsillo. Si ya trascendiera del fútbol sería la repanocha.