L año pasado, y por estas fechas, publiqué en este mismo medio un artículo repleto de desazón en el que hacía referencia al Aberri Eguna titulado Un Aberri Eguna enfrentado al coronavirus. Eran tiempos de absoluta incertidumbre, estupefacción, confinamiento domiciliario total, tiempos de miedo, una situación inédita cual mal sueño del que no se termina de despertar. Hoy el título elegido inspira más alivio, suena mejor, se percibe esperanza, parece que estaríamos viendo por fin la luz al final de un túnel largo y obscuro. Bien. Este domingo 4 de abril, con Aberria indartuz como lema esta vez, y en pleno proceso de vacunación y a pesar todavía del virus, es efectivamente Aberri Eguna. Parafraseo, pues, algunas de las ideas que escribí hace doce meses al comienzo de esta pesadilla. Algunas de ellas -no todas por suerte- siguen vigentes y están presentes en la muy compleja actualidad que vivimos como ciudadanos.

Sigo estando convencido, como entonces, de que venceremos al bicho, de que volverá a relucir el sol, de que llorando a los que nos han dejado nos miraremos a la cara de nuevo y nos abrazaremos emocionados. Sigo estando convencido también de que, a pesar de las dificultades, miedos, incertidumbres y angustias, nunca perderemos la esperanza ni el optimismo vital, como tampoco lo perdió José Antonio Aguirre, primer lehendakari de Euskadi, líder para un trágico momento, ejemplo de saber unir fuerzas en la extrema adversidad y de encarar con templanza desgracias y contratiempos sin parangón. Lo conseguiremos.

Los vascos somos pocos y estamos divididos en administraciones y estados diferentes, pero constituimos una realidad viva latiendo en el tablero internacional, perviviendo a culturas y civilizaciones, sabiendo no perder el pulso de la historia y conservando la conciencia de querer seguir siendo nosotros mismos. El camino labrado hasta convertirnos en una realidad sociopolítica compleja, plural y cambiante ha sido sinuoso y a veces muy duro y trágico. Un camino que ha requerido en ásperos momentos de mucha perseverancia y firmeza democrática por encima de cualquier otra consideración. Y a veces también, emulando a Churchill, de sangre, sudor y lágrimas.

Y, a pesar de cambios y difíciles circunstancias históricas, hemos mostrado voluntad de preservar la identidad como vascos y de manifestar el sentimiento de pertenencia a un proyecto político llamado Euskadi, surgido como agrupación de aquellos vascos que, más allá de la no aceptación del despojo político e institucional practicado en el siglo XIX en nombre de la nación española, afirmaron el ser nacional vasco y se unieron para la consecución de los derechos políticos inherentes a tal condición. Sabino Arana fue la figura clave con su lema Euskadi es la patria de los vascos cual frontispicio del objetivo político a alcanzar: una Euskadi soberana de los siete herrialdes conformada por Iparralde y Hegoalde; el Zazpiak Bat como casa de todos los vascos.

Siempre he pensado que política es gestión diaria pero también aportación a ideas transformadoras que nos hagan cada día más nación, más Euskadi autogobernada, más ciudadanía y más sociedad civil solidaria. Una política en la que la necesidad de contar con la realidad social en todo proyecto no es sólo una elemental exigencia para su viabilidad y eficacia transformadora sino una garantía para que dicho proyecto posea apoyo, masa crítica, aval y legitimidad democrática. Una política que ha de contar con la realidad en la que vivimos, adecuando el proyecto político transformador a la posibilidad de su aceptación. Una política que posibilite alterar y mejorar equilibrios y acuerdos preestablecidos.

Hoy, en la Euskadi y Europa de 2021, sigo estando convencido de la necesidad del reconocimiento del derecho a decidir de la ciudadanía vasca, de la necesidad del compromiso mutuamente adquirido a ejercer este derecho por la vía del pacto, convencido también de que el principio de consentimiento de esta decisión debe integrar las distintas sensibilidades existentes en Euskadi. Sigo estando convencido de la capacidad inteligente de negociar, de la necesidad de pactar, de la astucia de integrar, de la bilateralidad efectiva, de las garantías y de las condiciones de lealtad. Sigo pensando que la cooperación y el reconocimiento mutuo son las llaves que posibilitarán una nueva etapa superadora de la anterior.

Euskadi es pequeña y en la defensa de nuestra voluntad e identidad siempre hemos necesitado inteligencia, astucia, sabiduría, pacto y negociación. Euskadi tiene derecho a decidir y ese decidir pasa hoy por acordarlo con instancias jurídicas y marcos políticos superiores vigentes, pasa por el no imponer y el no impedir, pasa por tener visión de futuro y de lograr un amplio acuerdo político.

La necesaria inteligencia del pequeño, que aspira a poder seguir siendo, supone un futuro negociado y pactado con España, libre adhesión y relación amable. Sigo pensando que defender la profundización del autogobierno para Euskadi y su reconocimiento nacional desde la condición de ser sujeto y protagonista de su propia historia es apostar por el futuro, es confiar en la potencialidad de la sociedad vasca y es evocar la inteligencia.

Vivimos en un mundo de identidades y soberanías compartidas, de pertenencias múltiples y de dependencias dispersas y, ante esta constatación tenemos el deber y la obligación de seguir acertando y conectando con la nueva sociedad civil vasca mediante códigos y referentes exportables y transmisibles a las nuevas generaciones. De ahí que siga convencido de la necesidad de un PNV moderno, progresista, inteligente, representante de un nacionalismo vasco democrático del siglo XXI, tolerante y solidario que nos mantenga como nación con voluntad de perdurar.

Sí, sigo estando convencido de la necesidad de un PNV firme y sin complejos, orgulloso de su pasado democrático; centrado, líder y vertebrador de la sociedad vasca; ciudadano, pactista, de bienestar, amable, moderno y con proyección de futuro.

Con el recuerdo de aquel Euskadi es la Patria de los vascos, clave de bóveda del pensar de Sabino Arana y bajo la alargada sombra del primer lehendakari José Antonio Aguirre y posteriores, las makilas del actual Iñigo Urkullu y del presidente del PNV Andoni Ortuzar y, siempre, con la memoria de nuestros antepasados, gudaris y resistentes generosos, me uno emocionado a todos los vascos y vascas repartidos a lo largo y ancho del mundo que sienten en su corazón que Euskadi es su patria.

Y, a pesar del coronavirus, y hoy, un año más tarde, con la serena esperanza puesta en las vacunas, seguiremos afirmando cual legado a futuras generaciones de vascos que queremos seguir siendo. Resistiremos cual junco, nos doblaremos pero no quebraremos. Y cuando amaine volveremos a ponernos en pie. Ya lo estamos haciendo. Las vacunas nos ayudarán en el empeño. Ánimo, pues. Prudencia, solidaridad y responsabilidad.

Gora Euskadi askatuta!!!