ICEN que el gato escaldado huye del agua fría. A Pablo Casado no se le ha ocurrido mejor modo de evitar que le salpique el pasado que cambiar de piso. El gotelé de la calle Génova no se lleva y siempre es mejor blanquear las paredes de una nueva sede. Si, además, su financiación no acaba en un juzgado, mejor. Casado huye del lugar de los hechos porque necesita proclamar que nunca estuvo allí. Con la mudanza, abandonará los armarios que guardan los esqueletos del pasado de su partido pero, en su carrera puede acabar en brazos de los espectros de su futuro, como le pide Abascal.