EL fenómeno de las llamadas redes sociales se ha generalizado de tal manera que nos ha obligado a cambiar radicalmente la forma de comunicarnos. Es una realidad a todos los niveles que permite el intercambio de información virtual entre personas y empresas de forma rápida, sin jerarquías ni límites físicos. Una verdadera revolución mundial que transforma el día a día a toda velocidad. Frente a sus muchos beneficios, las redes sociales están logrando que nos centremos en los medios como si fueran fines, confundiendo, de paso, el estar interconectados con estar comunicarnos. Por si fuera poco, su uso excesivo causa no pocos problemas a nivel de patología: ya no somos nadie sin un móvil en la mano.

Por esta velocidad patológica soy muy crítico con el poder real que están alcanzando las plataformas on line. Con todo, ahora surge otro problema de fondo: sitios como Facebook, Twitter, Linkedin, YouTube o Snapchat -propiedad de Google- son abiertamente criticados por la falta de privacidad general, por un lado, y por haber servido de convocatoria para manifestaciones públicas poco democráticas. El ejemplo reciente lo tenemos en Donald Trump, que casi acaba en una implosión que algunos analistas todavía no descartan. Al final, Twitter, Facebook y otras como YouTube, o Reddit, silenciaron las cuentas a los grupos y hashtags relacionados a Trump o sus simpatizantes que alentaron a tomar las calles y el Capitolio. Incluso la red alternativa Parler, copada por la extrema derecha, tuvo que desconectarse cuando le retiraron el servicio de almacenamiento web (hosting).

Este suceso ha obligado a las todopoderosas redes sociales a repensar sus políticas de contenidos después de haberle suspendido las cuentas a este personaje para evitar que su incitación al odio causara un desastre, que casi lo consigue. ¿Todo vale? En el caso de Estados Unidos, parece que han encontrado un límite en el desvarío del mismísimo presidente. Hasta ahora, estas plataformas solo miraban ganar una fortuna promoviendo la facilidad de comunicación desde la libertad de expresión. Han vendido muy bien su negocio dando la palabra y la opinión a presidentes y parados; a todos, como un bien social a escala planetaria que permite consignas de todo tipo, aunque fuesen incendiarias, por aquello del interés público.

La realidad ha demostrado que no vale todo, que ciertos contenidos van contra una sana libertad de expresión e incluso de algunos fundamentos políticos básicos. Existen algunos antecedentes de restricciones puntuales a estas plataformas (retirada de las cuentas de los caricaturistas de Charlie Hebdo, y a Vox cuando soltó que la reforma educativa propiciaba la pederastia con dinero público). Pero “lo” de Trump ha golpeado al mismísimo corazón yanky.

¿Hay que permanecer siempre políticamente neutrales? Sería deseable que las redes sociales que prohibieron compartir las intemperancias de Trump tomen medidas contra líderes que abusan de las plataformas en otras zonas del mundo, pensando en los derechos humanos básicos, aunque sea por ley. Lo contrario sería visto como trato de favor a Estados Unidos de una manera arbitraria y lesiva incluso para la imagen, ya deteriorada, de este país. No va a ser fácil porque hay mucho poder y dinero en juego.

¿Es la hora de una regulación adecuada a estas redes virtuales, mediante códigos de conducta transparente que limite la desinformación y las incitaciones a la violencia?, ¿Es el momento de que rindan cuentas si no cumplen los términos legales, de imponer mecanismos que impidan que un contenido incendiario se viralice? Existen lagunas legales en el mundo digital también en EE.UU.: la Primera Enmienda de su Constitución solo prohíbe al Gobierno interferir en la libertad de expresión y no menciona a empresas privadas.

La llegada de Joe Biden al poder puede promover que las tecnológicas asuman más responsabilidades de lo que en ellas se publica y que se regulen ante el peso que tienen en la opinión pública. Por ejemplo, si deben ajustarse a los mismos estándares que los medios de comunicación. Mientras tanto, Twitter y los demás se forran sin ninguna responsabilidad sobre lo que ahí se publica.

* Analista