EMORABLE la intervención la semana pasada de Aitor Esteban en el Congreso, memorable. A mi juicio. por dos razones: una, por su oportunidad en el momento de la sesión de censura hecha tribuna de la mala cara; y otra, porque es posible que sugiera un camino a seguir con respecto a quienes -la tropa abascaliana- utilizan los mecanismos de la democracia para hacer una venenosa propaganda ideológica, más que una labor política orientada al bien común o a la cosa pública, algo que, es notorio, se ve que son incapaces de hacer. Esto resulta particularmente llamativo en este momento de calamidad nacional. La brillante intervención de Esteban equivale al bravo "¡Váyanse a la mierda!" de José Antonio Labordeta de hace años.

Esteban renunció a rebatir, desmontar, denunciar las patrañas y el mal hacer político de unos diputados que representan a lo peor que tiene ahora mismo la sociedad española: los herederos del franquismo con inclinaciones fascistas, no solo gestuales. ¿Merece la pena seguir repicando sus canalladas ofensivas o resulta preferible dejar que se cuezan en su propio jugo y dedicar los empeños políticos a la consecución de programas de calado?

Por su parte, Bolivia ha marcado un camino a seguir con respecto al zascandil Entrambasaguas, contra quien la Fiscalía del Estado boliviano ha admitido una querella basada en una pluralidad de motivos relacionados con la pataleta electoral y a quien en Bolivia señalan como contratado por el ya exministro Murillo, un siniestro personaje este que no dudó en servirse de los servicios de la tropa de Tertsch (otro), al tiempo del golpe de noviembre de 2019.

Dicho sea de paso, en un año, Murillo y sus socios mediáticos de la extrema derecha española han sido incapaces no solo de encontrar las pruebas indubitadas que incriminen a Podemos por su financiación espuria, sino de inventárselas con eficacia, algo de verdad muy raro, conociendo cómo se arman procesos allá y la enorme alegría con la que se envía a la gente a la cárcel paceña de San Pedro. No les ha salido bien el juego ni al maleante convicto de Eduardo Inda y los suyos, ni al profundamente desagradable personaje que es el ya defenestrado ministro Murillo.

No se trata de desafortunadas declaraciones las del zascandil, sino de un muestrario de racismo, falsedades, tópicos, prejuicios y un no entender nada de lo que es Bolivia -país libre de analfabetismo- y su población originaria, a la que insultó de manera asombrosa en beneficio de los perdedores de las elecciones. Entrambasaguas regresó a un tiempo de pragmáticas, predicadores y gobernadores cuyos desmanes denunció Felipe Guaman Poma de Ayala en su Nueva Corónica y Buen Gobierno; pero esto son gollerías, porque no se trata de historia o de etnografía, sino de mala leche y de peor manera de hacer política€ y si algo maneja el originario boliviano es la telefonía y la informática (al hombro). Obviamente no está solo y el indiosdemierda o el cholosdemierda todavía está en boca de miembros de unas clases sociales bolivianas que han perdido las elecciones y no les ha gustado: sus caras lo decían todo. Golpismo es deslegitimar el resultado de unas elecciones observadas al detalle, como golpismo es declarar ilegítimo al actual gobierno español. Sean o no muy graves las injuriosas declaraciones de Entrambasaguas, no dejan de ser una anécdota del cenagal nacional, una patochada que le retrata como un patán y desacredita de manera radical, salvo para sus iguales, claro.

Territorio a territorio, el Estado español se enfrenta ahora mismo a una situación de verdad grave, frente a la que son más los palos de ciego que las soluciones eficaces y contundentes. No hay remedio definitivo. Sobre la calamidad flota la idea de la incertidumbre y el temor a que los remedios a los que se recurre para atajar la plaga son los que son y pueden fallar. Resulta asombroso que, tras la primera oleada pandémica, no se hubiese establecido un eficaz y contundente plan preventivo que paliara el impacto de esta segunda ola que resulta cada día más amenazante. ¿Se podía? ¿O todo se reduce a experimentos y apaños, meritorios sin duda, contando con la buena voluntad o la inconsciencia, el coraje, el fatalismo, de una ciudadanía baldada?* Escritor