UANDO eso que ahora llaman escraches -o sea, el acoso a políticos- era moneda corriente por estos pagos, solo quienes los ejercían o amparaban los justificaban. "Algo han hecho, se lo merecen, no pueden irse de rositas", venían a decir. Acertadamente, empezó a denominarse "violencia de persecución". Ahora, desde la derecha parece justificarse (o "explicarse" o "contextualizarse") el insufrible acoso que padecen Pablo Iglesias e Irene Montero porque los de Podemos lo hacían antes. Como si se lo merecieran: ojo por ojo. Es inmoral. Antes, ahora y mañana.