OS momentos buenos pasan con rapidez mientras que lo malo o molesto parece estirarse muy lentamente. Como nadie quiere centrarse en un presente tan estresante y difícil, quien más quien menos se aventura estos días a imaginar cómo será el mundo cuando finalice la pandemia sanitaria. Algunos auguran fisuras en el neoliberalismo o temen un cierto totalitarismo centralizador. La mayoría se aferra a las soluciones que propugnaba antes de la hecatombe económica como si los problemas se adaptasen a las soluciones.

Lo que parece evidente es una indisimulada fascinación occidental por la rigidez política china, y asiática en general, aunque legitime el confinamiento militar por decreto o la suspensión del secreto de las comunicaciones de los ciudadanos. Historiadores como Yuval Noah Harari alertan que la humanidad cada día logra más poder; no más felicidad. Y nos transmite una sabia advertencia: el mundo de después del Covid-19 se está decidiendo durante la crisis, con decretos y medidas de urgencia que pueden pasar en algunos lugares a ser definitivos. Sin ir más lejos, ahí queda el decreto de Sánchez por el que asumió el mando de Defensa, Interior, Transportes y Sanidad a costa de vulnerar las competencias de Catalunya y las nuestras. A lo que hay que añadir el suelto de la eliminación de los fondos de formación vascos.

No es menos cierto que la filosofía recupera el debate moral en tiempos de máxima incertidumbre en forma de derechos éticos centrados en los enfermos y en los más desfavorecidos por la crisis. Aun así, la tendencia es a que los números se interpreten como le parece oportuno a quien los analiza, incluso si están mal. Lo expresó muy bien Ronal Coase, Premio Nobel de Economía: "Si torturas suficientemente a los datos, puede que acaben confesando". Era muy consciente del poder de los grandes negocios, como hemos visto en la postura de la Unión Europea rica frente a los países del sur ante la pandemia. Sin duda que el otro centro del debate del coronavirus es el económico.

Ahora es cuando se ve con mayor claridad que el problema de la economía financiera globalizada es que se basa demasiado en la riqueza virtual, no real. Y aparece cuando la cadena de producir se para, como en este caso. Vemos quién carga con el impagado y quién se apodera de la riqueza real; el accionista, el banco y la empresa, los tres trabajan en base a la futura producción y las futuras ventas. Pero la repercusión no es la misma en los tres. Con el agravante de que ahora el problema no son los créditos hipotecarios como en 2008, sino el conjunto de la actividad económica. Se ha parado todo, y resulta que la riqueza virtual financiero contable y especulativa tiene mucho mayor peso en este neoliberalismo que la riqueza real. Y cuando pase el virus, ¿cómo evolucionará la riqueza real? ¿Volveremos a la compra compulsiva y el endeudamiento desmedido? ¿Se fortalecerán aun más las grandes corporaciones? No parece justo ni sensato que seamos cada vez menos a repartir la riqueza real del Planeta. Como reza un tuit que acabo de recibir, la economía del mundo se tambalea porque solo estamos consumiendo lo que necesitamos.

Ante esta situación, los partidarios de las soluciones convencionales consideran que tenemos los problemas de siempre, aunque de una dimensión mayor. Hay quien propone nada menos que una condonación de la deuda a gran escala (Mario Draghi), lo que no se quiso hacer con Grecia. Otros se aventuran con una receta en forma de renta básica universal para la pandemia. Incluso el Banco Central Europeo, con el plácet de la Comisión Europea, propone un chorro de liquidez monetaria. Sería aplicar en 2020 lo que se hizo tarde y mal en 2008 tras lo de Lehman Brothers. Por no hablar de aplicar el llamado "helicóptero monetario" por parte de los bancos centrales estatales en forma de política fiscal o monetaria expansiva consistente en poner dinero efectivo gratis -dinero helicóptero- para reactivar el consumo. Pero poco se dice ni concreta de las reformas estructurales que eviten, por ejemplo, los 25 millones de muertes anuales por hambre en el mundo (dato de la ONU).

Las cosas no cambian si hacemos lo mismo (Albert Einstein). En este sentido, esta crisis es la oportunidad para una salida creativa diferente a la dictadura de los mercados.

Si de lo que se trata es engañarse y verlo como una crisis pasajera volveremos a los grandes dolores para la mayoría en cuanto aparezca otro problema global. Esta crisis económica no es de solvencia ni de liquidez. Estamos ante una caída simultánea de la oferta y de la demanda, algo muy excepcional, con grandes excedentes sin vender y el consiguiente parón de la producción y las ventas a escala planetaria.

Solo hay una forma de doblegar a un enemigo tan formidable como esta pandemia vírica y es la colaboración de todos desde la lealtad, el respeto mutuo y el sentido de solidaridad entre las personas y los pueblos. Qué oportunidad para poner en valor lo esencial actuando para que nadie vuelva a quedarse en las cunetas a la mínima crisis estructural. A la vuelta de la esquina volvemos a recomenzar€ y ya veremos cómo.

* Analista