NO de los problemas de la pandemia es el de sus demoledores y múltiples efectos en infinidad de ámbitos y la obligación de los gestores de abordar todos ellos y darles respuesta. Le pasa a Salvador Illa -como aquí a la consejera Murga: tienen, además del virus, otro enemigo, común y a la vez opuesto-, pero el ministro se mete en más berenjenales y habla de lo que no sabe. Claro que las elecciones en Euskadi las determinará “la situación de la epidemia”, pero patina si cree que el Gobierno español puede decidir o “dirigir” esa “desescalada”. No es necesario un Salvador.