eSTÁ claro que los agricultores y ganaderos están al límite. Al límite de la rentabilidad, al límite de sus fuerzas, al límite de seguir con su trabajo o de tirar la toalla. Es la realidad que sufren las cientos de miles de familias que se dedican a la producción de alimentos en el Estado español.

La situación es de tal gravedad que, según las organizaciones agrarias convocantes a las manifestaciones que se han venido desarrollando estos días, ASAJA, COAG y UPA, exige una acción urgente y coordinada por parte de las administraciones y de la cadena agroalimentaria en su conjunto.

Hay que recordar que estos son los motivos por los que se movilizan los agricultores y ganaderos:

Primero, la falta de precios justos: los agricultores y ganaderos no obtienen un precio justo por sus productos que les permita alcanzar una mínima rentabilidad. El motivo, el desequilibrio de la cadena agroalimentaria, que provoca que la gran distribución e industrias sean pocos y poderosos y los agricultores muchos y débiles.

En segundo lugar, la subida de los costes de producción de todo tipo se convierte en un enorme problema para los agricultores y ganaderos, que no tienen capacidad de trasladar esa subida al precio de sus productos y se ven obligados a vender por debajo de sus costes. Esto ahoga a los productores de forma sangrante, hundiendo sus posibilidades de futuro y abocando al cierre a muchas explotaciones.

Tercero, los recortes en las ayudas, tanto las provenientes de Europa como las que destinan el Gobierno central y las Comunidades Autónomas, que llevan años sufriendo recortes. La situación de fragilidad es tal que obliga a destinar más fondos para apoyar a un sector estratégico y clave para el futuro de la sociedad.

Otra razón son las barreras comerciales, como el veto ruso, el Brexit o los aranceles de Trump a las aceitunas de mesa, al aceite y al vino son un grave problema para dar salida a muchas producciones que son demandadas y valoradas en el exterior. La balanza comercial de España se resiente y la economía de los agricultores y ganaderos, más.

Asimismo, el empoderamiento de los agricultores y ganaderos como actor clave en el futuro de la sociedad que no es valorado como tal. Sin los agricultores y ganaderos, no hay alimentos, no habrá un medio rural vivo y con futuro; habrá más despoblación. Desde UPA hacen un llamamiento a la sociedad para que el orgullo rural se extienda a toda la población. Solo un país orgulloso de sus orígenes -rurales- y de sus valores -como alimentos y gastronomía- podrá tener un futuro próspero.

Otro motivo de las protestas es el reto climático: los agricultores y ganaderos defienden su papel en relación con el reto climático. La capacidad de la agricultura y la ganadería para gestionar el entorno es indiscutible. Sin sus actividades, tendríamos una naturaleza más asilvestrada y sin control y más riesgo de incendios forestales y desertificación.

Enlazado con lo anterior está el control de la fauna salvaje: la convivencia entre la agricultura, la ganadería y la fauna salvaje debe ser controlada y regulada para que sea viable. No es conveniente confundir protección de la naturaleza con un silvestrismo mal entendido. La mejor manera de proteger a las especies salvajes es regulando sus poblaciones y permitiendo una convivencia real entre la fauna salvaje y el ser humano.

Otra reclamación de agricultores y ganaderos es la de la reglamentación de ciclos cortos de comercialización, productos de proximidad y etiquetado en origen: las leyes deben dar respuesta a los problemas de los ciudadanos, no generar más perjuicios de los que resuelven. Urge un cambio legislativo para permitir que agricultores y ganaderos lleven a cabo la venta directa de sus productos. En materia de etiquetado, urge imponer la obligatoriedad de reconocer el origen de todos los alimentos en su etiqueta.

Y urge frenar la especulación con los productos agrarios: mientras la rentabilidad de la agricultura está bajo mínimos, siguen produciéndose prácticas comerciales abusivas y desleales. Los intermediarios deben ser conscientes de su papel en la cadena agroalimentaria. La ley de cadena alimentaria debe cambiar y hacerse más exigente con los que abusan.

Todo lo anterior conlleva la reivindicación del papel vertebrador de la agricultura y la ganadería frente al despoblamiento y a los problemas ambientales y territoriales: la preocupación de la opinión pública sobre el problema demográfico y territorial crece día a día. El debate sobre la España vaciada ha saltado a los primeros niveles. Sin embargo, en ese debate los agricultores y ganaderos deben cobrar un mayor protagonismo. Sin ellos no habrá futuro para el medio rural.

Son reivindicaciones justas, aunque las manifestaciones con que se proclaman molesten a muchos ciudadanos. No en vano, al precio al que se ven obligados a vender sus productos es muy difícil, sino imposible, conseguir una mínima rentabilidad.