COMO salidos de los mundos de Yupi, los jugadores del Real Madrid transformaron el torneo de la Galleta en la Copa de Europa de puro frenesí en la celebración, pero el paroxismo del evento llegó cuando se supo que el uruguayo Fede Valverde fue elegido como el mejor jugador de la final a consideración del mismísimo Luis Enrique. O sea, que al tío que pega una hostia por detrás a Morata que casi le parte una pierna le cubren de honores, y nada menos que a criterio del seleccionador español, toma castaña. La sublimación del gesto antideportivo cobró forma en Arabia Saudí a modo de epílogo a un torneo demencial, urdido por gente con poco escrúpulo, que antepone (y justifica) el dineral ofrecido por los príncipes saudíes al más elemental sentido de la ética. Así que, natural, si uno le da una hostia de campeonato a otro y así evita una ocasión de gol, pues ole tus cojones, y que aprendan los chicos, porque también se trata de eso, de hacer pedagogía, precisamente lo que no ofrecieron ni los rectores futbolísticos ni esas grandes estrellas balompédicas.
Así que, atención con la moraleja: el fin justifica los medios chavales, y si le partes la pierna, pues qué se le va a hacer. Mala suerte, gajes del oficio, y para eso están los hospitales. Y premio al más bruto de la clase. Luis Enrique nos está diciendo: Valverde se merece todo el oropel porque ha evitado un gol en un momento clave del partido y se sacrificó (fue expulsado) por el colectivo con una buena hostia. Punto.
Hay que reconocerle su mérito a la Supercopa de Arabia Saudí, capaz de diseñar una final sin la legítima. En tierra lejana, a espalda de las aficiones y ausentes los campeones de Liga y Copa, pero les ofrecieron una millonada por ir y dijeron amén Jesús. Como amén Jesús (o ni eso; en realidad no dijeron nada) respondieron los clubes implicados a las denuncias y críticas por acceder a jugar en un país donde se pasan por el forro los derechos humanos.
Ganó el Real Madrid para más gloria de Zidane, que siempre tiene el santo de cara en las finales y el eco mediático (y los petrodólares), que elevó la categoría del rácano evento.
La directiva del Barça aprovechó el torneo de hojalata para quitarse de encima a Ernesto Valverde demostrando un grado de vileza considerable: el Barça ofreció todo un espectáculo futbolístico, además lidera LaLiga Santander y sigue muy vivo en la Champions. ¿En serio se van a cargar a Ernesto precisamente ahora?
Todo es muy extraño. A Fede Valverde le condecoran por haber dado una hostia a tiempo y a Ernesto Valverde le destripan justo cuando el Barça juega su mejor partido en mucho tiempo, aunque perdiendo, eso sí, por la magia del fútbol y porque ningún azulgrana tuvo la ocurrencia de parar aquella contra del Atlético a lo Federico.
Es curioso de lo que nos hemos enterado sobre Arabia Saudí. Resulta que los de la capital, Riad, son merengones furibundos y los de Yeda, donde se disputaron los partidos, culés hasta la médula. Por eso cuando se juega el Clásico se suspende en el país hasta el rezo, o sea, que hasta Alá va al fútbol, y en la semifinal del jueves abuchearon con estruendo cada vez que salía el rostro de Ernesto Valverde por las pantallas del estadio King Abdullah.
¿Acaso esta sutil circunstancia ha empujado al presidente Bartomeu a prescindir del técnico extremeño?
Estoy dispuesto a creérmelo.
Para distorsionar todavía más la situación va Xavi Hernández, paradigma y emblema del barcelonismo, y ¡da calabazas a la oferta para dirigir al Barça¡ por compromiso con su queridísima Catar. No hay democracia, admite, pero atan los perros con longanizas, "todo funciona mejor que en España" (salvo para las legiones de filipinos o egipcios a su servicio), allí han nacido sus hijos y "la gente es muy feliz" (salvo los parias filipinos, egipcios, eritreos... se olvida de añadir).
Exótico oriente y cuentos de las mil y una noches narrados por el prócer Luis Rubiales, que llevó la Supercopa hasta allá, según dijo impávido, por su alto sentido humanitario, porque sabe que llevando a unos tíos dando patadas al balón contribuirá denodadamente a la liberación de la mujer saudí. Dios santo.