UNA de las lecciones de la investidura es, una vez más, que cada voto, todos y cada uno, cuenta. Y que las abstenciones también votan. Incluso, claro, las de quienes se quedaron en casa el día de las elecciones. Más allá del repugnante acoso, un solo voto ayer en el Congreso hubiese podido cambiar la historia, por excesivamente trascendente que parezca. Y hay que recordar que tras el segundo recuento del 10-N un escaño adjudicado en principio al PNV -que ayer votó sí- se fue para el PP -líder de la coalición del no-. Como el título de aquella película del 78 -y no es coña-, ¡Arriba Hazaña!