INSULTOS zafios, agresividad apenas contenida, testosterona a raudales. Podría ser el Congreso de los Diputados, pero no: era un partido de fútbol entre juveniles vizcainos. Según escribió el árbitro en el acta, el presidente del Muñatones le llamó de todo (hijo de puta y cabrón) y dijo, cobardemente, a sus jugadores que era “un maricón confirmado”, como blindando su oprobio. Igual es necesario insistir: eran juveniles. El árbitro suspendió el partido y redactó su acta casi como un exorcismo, acuñando una palabra que la RAE debería admitir ya: “maljuriar”.