MÁS allá de las atropelladas y un poco torpes alabanzas de Pedro Sánchez y los numerosos aplausos recibidos desde el hemiciclo, es cierto que el discurso del portavoz del PNV, Aitor Esteban, fue ayer la nota gratificante, por tono y contenido, de la sesión de investidura. Que no fue un debate, porque no hubo diálogo, aunque se pronunció mucho esa palabra. Si Sánchez es sincero, se le va a agotar la saliva de tanto dialogar. Al otro lado, la derecha desafiante e insultona se desgañitó anunciando la venida del apocalipsis: la clave es que será el suyo o el nuestro.