EL próximo 12 de diciembre la ciudadanía británica elegirá sus representantes en Westminster por tercera vez (las anteriores fueron en 2015 y 2017) en los últimos cuatro años. A lo que hay que añadir el referéndum, precisamente sobre el Brexit, de 2016. En total, los británicos han acudido a las urnas en este ultimo cuatrienio en cuatro ocasiones (sin contar las elecciones municipales, las europeas y las de sus respectivos parlamentos autonómicos en Escocia, Gales e Irlanda del Norte, de acuerdo con sus propios calendarios electorales). En todo el largo periodo de más de siete décadas que transcurre desde el final de la II Guerra Mundial hasta nuestros días, nunca se había registrado en Gran Bretaña una activación de las urnas tan intensa como la que ha tenido lugar en este ultimo cuatrienio.
Se trata, además, en esta ocasión, de unas elecciones que no son las normales, entendiendo como tales las que tienen lugar tras la conclusión de la legislatura o las que, aun siendo anticipadas, tienen como finalidad la renovación de la representación parlamentaria para hacer posible la continuidad de la actividad legislativa (y del ejecutivo) con carácter general. En esta ocasión, sin embargo, las elecciones tienen como finalidad principal dar respuesta a una cuestión específica y concreta, como es el Brexit. Este es el asunto que ha originado el fin de la corta legislatura actual (y de la anterior) y que ha dado lugar a la reiteración electoral; y es, asimismo, la tarea que tiene que afrontar de inmediato el nuevo Parlamento (y el nuevo Gabinete surgido de él), de cuya resolución depende su propia continuidad.
Podríamos decir que nos hallamos ante unas elecciones-referéndum ya que lo que se ventila en ellas no es tanto la orientación legislativa general del próximo Parlamento ni la política general a desarrollar por el próximo Gabinete (aunque no faltarán referencias a ello en la campaña electoral) sino, ante todo y fundamentalmente, cómo se lleva a efecto finalmente el Brexit, que en los últimos años constituye el monotema que centra toda la vida política británica. Y previsiblemente va a ser también el eje en torno al que va a girar la campaña electoral hasta el día de las elecciones, que a no dudar va a presentar características muy distintas a otras campañas electorales, aunque solo sea por la fuerte polarización que inevitablemente se va a dar en torno al Brexit y la forma de llevarlo a cabo.
De todas formas, es preciso advertir que con estas elecciones no se cierra el proceso del Brexit, que desde el anuncio del referéndum sobre esta cuestión (hace casi cuatro años) ha absorbido por completo la vida política británica. Estas elecciones, más que cerrar el proceso lo que hacen es abrir un nuevo periodo en el confuso recorrido del Reino Unido hacia el abandono de la UE, cuyo desenlace final sigue siendo, a día de hoy, incierto. No basta con decidir abandonar la UE; además de fijar los términos de la salida, que es lo que se ha hecho hasta ahora, hay que establecer, a continuación, el acuerdo sobre la futura relación con la UE, lo que aún está por concretar y cuya conclusión final no deja de ser incierta a la vista de las posiciones que vienen manteniendo las distintas formaciones políticas sobre este tema.
La campaña electoral en curso proporciona una buena oportunidad para que se expongan con claridad las propuestas de los partidos británicos sobre cuál va a ser, una vez finalizada la actual prórroga el 31 de enero, la futura relación con la UE. Porque tan importante como la salida de la UE en los términos acordados antes de la convocatoria de las elecciones, que es lo único que conocemos hasta ahora, es saber cuál va a ser el tipo de relación que Gran Bretaña va a mantener con la UE a partir del 1 de febrero, una vez finalizada la actual prórroga. Lo que, a día de hoy, no está nada claro y convendría aclarar cuanto antes, aunque solo sea para evitar la inseguridad en las relaciones eurobritánicas, que no van a desaparecer tras el Brexit.
Hay que tener presente que aunque la cuestión de las relaciones eurobritánicas haya estado planteada, sobre todo a partir del referéndum de 2016, en términos de “Brexit si o no”, la realidad es mucho más compleja y no cabe reducirla a ese esquema binario. En este sentido, la simple observación de los hechos permite constatar que no existe una posición unívoca, tanto por parte de los partidarios del si como del no, ante esta cuestión, como han puesto de manifiesto las agitadas sesiones parlamentarias en Westminster en los días previos a la convocatoria de las elecciones. Por el contrario, lo que existe realmente es una pluralidad de opciones ante el Brexit que tienen su expresión en las distintas posiciones de cada una de las formaciones políticas; y también, cosa que no hay que olvidar, en las distintas posiciones, a veces opuestas, sobre este tema en el interior de cada una de ellas.
Así, si bien en el Partido Conservador, sobre todo bajo la reciente jefatura de su excéntrico líder, Boris Johnson, es predominante la opción por el Brexit, ello no debe ocultar que en su seno existen posiciones que van desde los que no comparten esta opción -son ilustrativas las palabras del hasta ahora speaker, John Bercow, afirmando que este ha sido el mayor error desde la II Guerra Mundial- hasta los que son partidarios de un Brexit sin acuerdo, pasando por los que abogan por “otro Brexit” más dúctil. En el Partido Laborista, por su parte, las posiciones sobre este tema son tan dispares que le han impedido, hasta el momento, tener una posición común clara y definida; y, a falta de ella, se limita a abogar por renegociar “otro Brexit”, sobre el que la ciudadanía británica se pronunciaría, una vez concluida la negociación, en un segundo referéndum. Es el Partido Liberaldemócrata el que mantiene una posición más definida sobre este tema, optando claramente por revocar el Brexit y continuar la vinculación con la UE.
En el Brexit concurre, además, un factor adicional como es la problemática especifica que se plantea en relación con Irlanda del Norte y Escocia (y en menor medida, también Gales), lo que añade complejidad a la situación. En el caso de Irlanda del Norte, los problemas derivan de la salvaguarda -backstop- del espacio común en el conjunto de la isla, que rige desde el Acuerdo de Viernes Santo (1998) que, caso de romperse unilateralmente como consecuencia del Brexit, podría afectar muy seriamente al precario equilibrio intercomunitario norirlandés. Y en el caso de Escocia, la radical alteración que comporta el Brexit en las relaciones con la UE, de la que los escoceses de forma ampliamente mayoritaria quieren seguir siendo parte integrante, está dando lugar a una revitalización de la demanda de un segundo referéndum sobre la permanencia o no de esta nacionalidad británica en el Reino Unido en las nuevas condiciones sobrevenidas tras su desvinculación de la UE.
Es en este marco en el que tienen lugar las próximas elecciones británicas, que como ya se ha señalado constituyen la cuarta cita con las urnas (incluyendo el referéndum del Brexit de 2016, a añadir a las elecciones de 2015 y 2017) en los últimos cuatro años. Cabe preguntarse, antes de nada, si los problemas derivados del Brexit, que no son pocos ni sencillos, van a tener solución con la realización de nuevas elecciones; lo que es más que dudoso porque las elecciones, ni estas ni ninguna, sirven para solucionar, por sí mismas, los problemas que hay que resolver en los órganos que surgen precisamente de las elecciones.
En cualquier caso, lo que si cabe esperar de estas nuevas elecciones es que, teniendo como única razón de ser el Brexit -es apropiada su calificación como “las elecciones del Brexit”- al menos sirvan para aclarar las posiciones sobre este asunto, que a pesar de haber monopolizado estos últimos años la atención de los británicos (y en buena medida también de los demás europeos) no están nada claras a día de hoy. Y menos claras aún están cuáles van a ser, una vez consumado el Brexit, las relaciones futuras entre el Reino Unido y la UE; porque en toda separación, más que el hecho en sí mismo de la separación (el Brexit en nuestro caso), lo más importante es clarificar las futuras relaciones en la nueva situación, que a día de hoy no dejan de ser de lo más inciertas.