SE hace difícil imaginar la conversación telefónica mantenida ayer por Sánchez con Iglesias, Casado y Rivera. Al primero no le ofrece nada que le permita salvar la cara tras mostrar poca inteligencia política en la negociación. El segundo está convencido de que peor de lo que le ha ido ya no le va a ir en las urnas en noviembre. Y el tercero, el príncipe amamantado por los intereses implícitos en los círculos de poder de la villa y corte, se ha puesto en evidencia con un petardazo de última hora lanzado al tuntún. Así que no adivino el dialogo más allá de un estéril “¿qué hay de lo mío?” de Sánchez.