lA publicación en 1999 del informe Errar es humano del Instituto de Medicina de los Estados Unidos (To Err is Human, The Institute of Medicine’s 1999 report on medical errors) reveló que cada año dos millones de pacientes sufrían daños graves y 98.000 morían por errores durante la asistencia sanitaria. Cifra superior a la de muertes por accidentes de tráfico, cáncer de mama y sida. Entre los errores más frecuentes, equivocaciones con la medicación y retrasos en el diagnóstico, seguidos por perforaciones de órganos y tejidos durante los procedimientos quirúrgicos, olvido de materiales dentro del cuerpo del paciente e infecciones perioperatorias. El gasto derivado del tratamiento de estos sucesos ascendía a 3.000 millones de euros.

La seguridad siempre ha estado presente en la práctica médica, pero a partir de ese momento, de un modo explícito, la seguridad del paciente se convierte en piedra angular de la calidad asistencial en todo el mundo. Todas las organizaciones sanitarias comenzaron a incorporar mecanismos de notificación de errores, análisis de causas y medidas para evitar su repetición.

El objetivo de la seguridad del paciente es evitar daños derivados de fallos y errores que ocurren durante la asistencia. No se trata de juzgar a los profesionales que se equivocan, no hablamos de negligencias, sino de analizar los factores que contribuyen a esas equivocaciones. Son accidentes, sucesos no deseados y muchas veces evitables que se producen por la suma de fallos del sistema y errores humanos.

El Sistema Nacional de Salud, integrado por los sistemas sanitarios autonómicos, realiza anualmente 365 millones de consultas y 13 millones de visitas a domicilio en Atención Primaria; 80 millones de consultas y 4 millones de intervenciones quirúrgicas en Atención Hospitalaria. Se atienden 52 millones de urgencias y 7 millones de emergencias (Sistema de Información del SNS, 2019; Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social). La mareante cifra final es de 521 millones de actos médicos al año, un millón y medio al día, 16 cada segundo.

Osakidetza atiende anualmente a 24.455.000 pacientes en Atención Primaria, 10.500.000 en Atención Hospitalaria, realiza 200.000 intervenciones quirúrgicas, 2.000.000 de urgencias y 190.000 emergencias. Más de 96.000 pacientes reciben cada día atención sanitaria en Euskadi.

La información de la que disponemos sobre problemas de seguridad del paciente procede de dos grandes estudios a nivel estatal. El primero analiza la frecuencia y el tipo de errores en pacientes hospitalizados (ENEAS, 2006) y el segundo, la frecuencia y tipo de errores en Atención Primaria (APEAS, 2008). De ellos se deduce que en Atención Primaria se producirán 8-9 eventos cada 1.000 visitas. Es decir, un error con daño al paciente cada 45 días. La mitad son errores relacionados con la medicación, seguidos por problemas con los cuidados, la comunicación y el diagnóstico. Durante el periodo de hospitalización, 9 de cada 100 pacientes sufrirá algún daño relacionado con la asistencia. Los errores relacionados con tratamientos quirúrgicos y técnicas invasivas, junto con las infecciones, suponen el 50%. En tercer lugar están los errores de medicación.

Tenemos un sistema sanitario seguro. Osakidetza cuida la salud de miles de personas cada día y lo hace con calidad. Pero como todos los sistemas sanitarios del mundo, el nuestro es cada vez más complejo, soporta una mayor demanda y gestiona un volumen cada vez mayor de información. La evolución del sistema hacia una mayor complejidad compromete el nivel de seguridad actual. La superespecialización y tecnificación de la medicina han aumentado la esperanza de vida al mejorar el tratamiento y control de enfermedades antes mortales. Cada vez hay más pacientes, cada vez son mas complejos con mayor carga de enfermedad y de medicación. Y último, pero no menor: las expectativas de la ciudadanía aumentan sin cesar.

En este contexto, los gestores de las organizaciones y los profesionales sanitarios somos conscientes del desafío que supone que todo siga funcionando seguro. Hemos asumido la seguridad del paciente trabajando para garantizar el correcto funcionamiento del sistema, aprendiendo de los errores, reforzando las barreras de seguridad e incorporando otras nuevas. Pero la presión asistencial y la complejidad del sistema dificultarán nuestros esfuerzos por mantener el nivel de seguridad. Necesitamos nuevas soluciones. Y aquí aparece un nuevo actor: el paciente. Y un gran reto: incorporarle como barrera de seguridad. No se trata de traspasarle la responsabilidad, sino de hacerle nuestro aliado para que participe en su seguridad. Un paciente informado y activado puede ejercer un importante papel en la prevención y detección de fallos que ocurren durante su proceso asistencial. Los profesionales lo estamos haciendo bien, pero el futuro nos desafía a hacerlo mejor entre todos.