Uno de los grandes riesgos de la política actual tan orientada hacia la rueda de prensa sin preguntas, el canutazo -esas declaraciones que se hacen a los periodistas que parecen improvisadas, pero nunca lo son-, la nota de prensa del partido político de turno reproducida por las agencias de noticias o los 240 caracteres de Twitter, es el de vaciar de contenido todas las comunicaciones y convertirlas en titulares que puedan llamar la atención, aunque sean mentira.

Buen ejemplo de ello es el caso del líder de Ciudadanos asignándose unas felicitaciones de Macron por sus acuerdos con Vox, rápidamente desautorizadas por el Elíseo.

Muy unido a este modelo de hacer política ha sido también la sobreactuación de determinados partidos impostando una indignación insoportable en relación con el acuerdo adoptado en la mesa del Parlamento de Nafarroa.

Lo que no es más que rabia por la pérdida de un sillón por parte de Na+, el trifachito lo ha convertido en una afrenta a España, a la democracia y a los Derechos Humanos, por este orden. Llama la atención que aquellos que ahora se rasgan las vestiduras por los acuerdos con Bildu, no tengan inconveniente alguno en pactar con un partido como Vox que, entre otras muchas cosas, niega la violencia machista y es incapaz de condenar el golpe de Estado que supuso 40 años de dictadura criminal.

Algo, por otro lado, inusual en Europa donde los partidos políticos clásicos tienden a excluir de sus pactos a las extremas derechas de sus países y no a inventar toda suerte de subterfugios para acordar con ellos, pero sin retratarse.

Un ejercicio de fariseísmo político que, por otro lado, no ha hecho más que empezar, porque si lo de la mesa del Parlamento de Nafarroa ya ha sido exagerado, no quiero ni pensar en qué puede convertirse el rasgamiento de vestiduras de la derecha si finalmente, Chivite, contra todo pronóstico, acaba presidiendo el Gobierno foral.

Más allá de la propaganda de las derechas, que podemos dar por descontada, y de los ejercicios de demagogia que pueden alcanzar determinados medios de comunicación el auténtico problema puede venir con la conformación del Gobierno español.

Por más que Sánchez haya demostrado una capacidad de aguante envidiable se hace muy difícil imaginar ahora mismo un gobierno que logre aunar los intereses de nacionalistas periféricos, podemitas y el propio PSOE, por más que el actual presidente en funciones logre ser investido.

Porque para la derecha el ejercicio de sobreactuación no empieza y acaba en Nafarroa o en la sesión de investidura, todo apunta a que a medida que los nuevos gobiernos de coalición en distintas comunidades autónomas y ayuntamientos se consoliden, la experiencia navarra se extienda a otros territorios y que la que estaba llamada a ser la legislatura para revertir los efectos de ocho años de marianismo, acabe mucho antes de lo previsto y sea el trampolín que necesitaba la derecha española para rearmarse desde el punto de vista ideológico y organizativo con las consecuencias electorales que ello puede tener.

La solución no se antoja sencilla, en estos casos siempre está quien empieza a poner líneas rojas y abraza la tesis del cuanto peor, mejor en la equivocada idea que un gobierno de derechas le puede proporcionar nuevas mayorías para impulsar su proyecto sea este el que sea.

Así pues, parece conveniente que quienes están pensando en Ferraz que se puede empezar a gobernar en minoría una vez garantizada la investidura, revisen sus estrategias y con la valentía necesaria se esfuercen en cerrar un acuerdo programático de mínimos con todos aquellos que le pueden garantizar la gobernabilidad durante cuatro años.