Era inevitable. A pesar de que la campaña electoral haya llegado a su punto de inflexión y que los partidos hayan empezado a poner toda la carne en el asador, la sesión constitutiva de las cámaras alta y baja en su decimotercera legislatura eclipsó todos los actos electorales locales, forales y qué decir de los europeos, y no es para menos.

Que Junqueras, Rull, Turull, Sànchez y Romeva tuvieran que acudir desde la prisión de Soto del Real a recoger sus actas de diputado primero y a participar en la sesión de constitución del Congreso y el Senado después es de tal anormalidad que es más que razonable que ello copara todos los titulares de los medios de comunicación.

Conviene recordar, llegados a este punto, que los ahora ya diputados y senador presos, lo son de manera preventiva; es decir, sin ninguna sentencia judicial que los haya condenado a nada por más que muchos de sus colegas de otros partidos decidieran exigir su suspensión inmediata.

Una suspensión que, en su caso, tendrán que adoptar Meritxell Batet y su mesa, y que, me temo, seguirá el camino señalado por la portavoz del gobierno, esto es, la inmediata suspensión de sus funciones.

Una decisión que supondría un alarde de cobardía política, por un lado, pero también un ejercicio de aprobetxateguismo político que diría Rajoy. La suspensión de los cinco presos catalanes -salvo que renunciaran a sus actas- supondría disminuir en cuatro los votos necesarios para alcanzar las mayorías que lleven a Sánchez a convertirse en presidente del Gobierno, lo que facilitaría el trámite, claro, pero complicará la legislatura.

Habrá quien diga que en el Parlamento Vasco también se jugaba a las mayorías cortas y así es, pero en este caso hay que tener en cuenta que los parlamentarios de Herri Batasuna no acudían a la cámara por decisión propia y no por suspensión de la mesa.

Habrá que ver qué efecto puede tener todo este proceso en las próximas elecciones y de manera muy particular en las europeas donde Junqueras encabeza una lista que es única para todo el Estado. En cualquier caso, lo que sí parece claro es que a algunos, al menos en Euskadi, su intuición no parece augurarles nada bueno.

La práctica desaparición de Vox de todas nuestras calles o la nueva autoinvitación de Rivera a Euskadi, en este caso a Ugao, donde acumuló la friolera de 37 votos en las elecciones generales y no presenta lista a las municipales, ponen de manifiesto que, a la derecha española, lo de la segunda vuelta electoral no parece que le vaya a sentar muy bien.

Por no hablar de la desesperada llamada de Alfonso Alonso a Rajoy para acabar de centrarse en Araba. Se ve, como diría Sémper, que en la capital de Euskadi tampoco es política, y en este caso es Vitoria-Gasteiz.